Cuando tomamos consciencia de lo que nos está pasando, de lo que estamos sintiendo, percibimos una serie de impresiones de diferente tipo; imágenes, palabras, colores, sensaciones, emociones o recuerdos. Si seguimos el impulso de alguna de estas voces descubriremos a uno de nuestros “yoes”, que se está expresando de cierta manera, descubriremos algún asunto pendiente, no resuelto, que clama por ser atendido.
Cada uno de nuestros “yoes”, o subpersonalidades, tiene una importante e interesante configuración; una profundización en reconocerlos nos mostrará varios “personajes” complejos y completos, con toda una historia de formación (que muchas veces hay que reeditar y reinterpretar), generalmente desde la más temprana niñez, que de alguna manera se relaconan entre sí, y con las subpersonalidades de otras personas de nuestro alrededor.
Parte de nuestro
autoconocimiento y de nuestra gestión emocional depende del diálogo
que se establezca entre nuestras distintas subpersonalidades hasta
llegar a establecerse una sana dinámica, equilibrada y armónica,
dirigida por nuestro self (yo consciente, yo superior, yo observador o yo contexto) para poder
desarrollar una relación creativa, funcional y fluida con nosotros
mismos y con el contexto en el que estamos viviendo.
Por esto es tan
importante saber escucharnos, estar atentos a la emergencia de la voz
de cualquiera de nuestros “yoes”, que se manifiesta a través de
impresiones psicológicas o expresiones corporales, para iniciar un
diálogo amable y compasivo que permita la satisfacción de la
necesidad, superando los bloqueos o mecanismos de defensa que se han
ido acorazando como una forma de evitación del dolor o de
autoprotección.
Lamentablemente, el ritmo
de vida y las actitudes que se van desarrollando por las presiones
sociales o familiares, muchas veces tienden a desatender esas voces
y en el peor de los casos a acallarlas o silenciarlas, perdiendo la
oportunidad del autoconocimiento, la gestión emocional y la
resolución de conflictos.
Cuando en una situación
aparece una emoción primaria, vale decir, acorde con lo que está
sucediendo, en tipo, tiempo e intensidad, estamos ante una expresión
sana, funcional y adaptativa. Pero cuando hay manifestaciones
repetitivas, intrapersonales (sentimientos o actitudes existenciales)
o interpersonales (juegos psicológicos), que nos producen malestar o
generan conflictos, y se da un sufrimiento innecesario, entonces nos
encontramos frente al llamado de una “subpersonalidad” que
requiere nuestra atención y respuesta, a través de un diálogo
terapéutico.
Este diálogo se puede
realizar de manera silenciosa interna, de manera audible, a partir de
una experiencia creativa (dibujo, pintura, danza, actuación,
escritura, etc., como son los medios de la arteterapia) o de la silla
caliente-vacía (típica del enfoque gestáltico), de forma
solitaria, o con el acompañamiento de un maestro, coach o
psicoterapeuta.
Este proceso termina
siendo catártico, revelador y homeostático, facilitando el
reconocimiento, el reencuentro y la reintegración de diferentes
partes de la persona, a la vez que capacitándola para una mayor y
mejor influencia y convivencia en su medio. Por lo que tiene efectos
individuales y comunitarios.
Considero igualmente,
como proyección de esta necesidad, que los diferentes actores del
mundo actual, en constante conflicto, necesitan ponerse de acuerdo,
convivir en paz, aprender a dialogar de manera constructiva, pero
solo lo van a poder hacer en la medida que cada uno de estos actores
haya podido aprender a encontrar la paz, el equilibrio y la armonía
interna, a través de un diálogo sanador en su propio interior.