miércoles, 2 de enero de 2019

MATERIALISMO DESTRUCTIVO


AUNQUE NO NOS CONSIDEREMOS MATERIALISTAS, EL MATERIALISMO DOMINA MUCHAS DE NUESTRAS ACTITUDES Y DECISIONES PERSONALES Y ES UNO DE LOS CAUSANTES DE LA INSATISFACCIÓN PERSONAL Y LA INJUSTICIA SOCIAL

Cuando pensamos en el materialismo recordamos, a veces, todo el debate filosófico y político al respecto. En el primero, una serie de elucubraciones y especulaciones; en el segundo, una serie de pugnas y hasta terribles batallas metafóricas y reales.


EFECTOS CATASTRÓFICOS


Pero ante tantas referencias teóricas e históricas, muchas veces olvidamos los efectos o consecuencias prácticas y cotidianas del materialismo.¿Qué hace el materialismo en nuestras vidas cotidianas? Los efectos son catastróficos. Y sin embargo, vivimos aceptando las prerrogativas del materialismo, prácticamente sin cuestionarlas. Aceptamos sus demandas como absolutas. Y de esa manera una vorágine de insatisfacción y de sufrimiento se apodera de nuestras vidas.

En primer lugar, es el materialismo de los poderosos, sean países, empresas o líderes los que le dan un carácter global a la injustica, a las diferencias extremas, a la marginación. La codicia y la avaricia pareciera que hubieran escapado a la conciencia y a la sanción social. La injusticia legalmente autorizada, si no promovida, se desarrolla con una impunidad aberrante. Los estados, las instituciones y hasta los sectores religiosos no se escapan a esta plaga. Las reflexiones a este fenómeno podrán dar lugar a sendas explicaciones y hasta justificaciones pragmáticas. No comentaré al respecto. Pero sí quisiera señalar otros efectos más caseros, más domésticos, más íntimos y, por tanto, más trágica y directamente dolorosos.

Por causa de lo dicho anteriormente, solo por querer cubrir las necesidades básicas del hogar, muchos hombres se convierten en esclavos del trabajo. Una esclavitud contemporánea, disfrazada, "presentable". Pero el materialismo también hace esclavos del trabajo a quienes teniendo lo suficiente entran en una carrera desenfrenada por alcanzar un nuevo estatus económico o social. Al final, no se trata de mejorar el nivel de vida, por la sencilla razón que esa buena nueva vida nunca llega. Lo que llegan son nuevas deudas, nuevos compromisos, nuevos títulos, nuevas responsabilidades, y quizá más vanidad, más orgullo, más presunción, más comodidad y una satisfacción artificial que nada tiene que ver con un mejor nivel de vida, ni muchos menos con haber crecido como persona.

El hombre está esclavo del trabajo y si la mujer tiene que trabajar fuera queda exhausta con las otras responsabilidades de la casa o frustrada por no poder atender directamente a la familia. No llegar al mínimo aceptable en la decoración y manutención de la casa es otra causa de frustración. Y aun si se llegó al mínimo aceptable siempre queda la sensación de que faltaría algo más. Además, ya se ven en la televisión y en las revistas los nuevos electrodomésticos, los nuevos muebles, los adornos, las pantallas, etc.


UNA CARRERA SIN FIN


No hay fin a la carrera del "cosismo" y el consumismo. Pero la frustración no queda en la pareja, también los hijos están totalmente imbuidos del espíritu materialista y hedonista de la época en una versión 3.0 de última generación y con gps incorporado. Ellos también están insatisfechos, con ellos mismos, con la sociedad y claro, sobre todo con los padres que no los comprenden, que "nunca" les dan algo, y que son unos egoístas, retrógrados y pasados de moda...

La espiral de la insatisfacción y de las mutuas recriminaciones ha llegado para quedarse en la familia, todos son culpables a los ojos del otro... ¿Hay alguien que disfrute de este tipo de vida? ¿quiénes son los que realmente se benefician de esta pasión por lo innecesario, lo superfluo y lo banal? Y lo peor, ¿qué es lo que estamos perdiendo en la carrera? Perdiendo por nada, perdiendo para siempre, perdiendo lo realmente valioso...


LA PÉRDIDA


Lamento mil veces por todo lo perdido gracias a este sinsentido, o mejor, contrasentido... buscar la vida de una manera materialista, consumista y hedonista no es más que perderla... Querer estar a la altura de un nivel de vida artificial, es perder lo natural y sobrenatural que te da la verdadera vida. He visto con amargura cómo se pierde el amor, la amistad, la salud, la paz, la alegría, el equilibrio, el respeto, la vida... por tratar de "ganarse la vida" o "escalar en una nueva posición".

Y son millones de seres humanos los que mueren un poco o mucho más cada día por la ambición de otros o por su propia ambición. No por una vejez natural, sino por una vejez prematura, impuesta, por el maldito materialismo. Estar al día con el "último grito de la moda" se ha convertido en uno de los más importantes valores de las sociedades actuales, aun a expensas de las grandes multitudes explotadas o abandonadas al hambre, a la guerra, a la miseria, o a la marginación, con gritos y gemidos más importantes que los de la moda.

No estar imbuido de este espíritu hedonista y materialista se ha convertido en un pecado social. En nuestro tiempo tendríamos que juzgar al mismo Jesús por ser un obrero o carpintero y no haberse convertido en ingeniero o arquitecto. Tendríamos que condenarlo por no haber aprovechado la oportunidad cuando la multitud quiso hacerlo rey. Se lo menospreciaría aunque haya sido fiel a sus principios y a su misión, porque eso no cuenta ni para propios ni para extraños. No es que se quiera hacer una apología a la inercia, a la dejadez o al conformismo, pero una buena dosis del espíritu franciscano debe ser una de las más grandes necesidades de nuestro tiempo.


CURARSE DE LA FIEBRE DEL ORO


Qué importante es "curarse de la fiebre del oro" y aprender a apreciar lo que no se puede comprar pero que es más valioso que todo lo que hoy se busca. Disfrutar de una casa sencilla, de una buena conversación, de la compañía de nuestros familiares, de la atención a los más necesitados de nuestra comunidad, de una caricia, de una melodía, de bailar, de reírse, de una comida casera, de una taza de café, de un amanecer y de un atardecer, de un encuentro sexual intenso, cariñoso y sin apuros, de una caminata, del campo y la playa, de una charla filosófica sin imposiciones, de jugar con los niños y los ancianos, de pintar, de cantar a viva voz, de preparar un presente, de soñar despiertos con un mundo mejor, de planificar a largo plazo, de un buen libro, y por último, solo de contemplarnos frente a frente... ¿se te ocurren muchas cosas más...? Eso es la vida... No se excluyen los grandes proyectos, pero, si son grandes, su base y su meta no son materiales, son trascendentes aunque requieran de economía. 

Definitivamente, el materialismo tiene gran parte de culpa en el menosprecio de la esposa al esposo, de los hijos a los padres, de la gente de un nivel económico superior a la de un nivel económico inferior, y viceversa, en todos estos casos... Y se pierde el valor de los sentimientos, de las riquezas humanas y espirituales, de los gestos y de las acciones mínimas y máximas que no tienen nada que ver con lo material. Ya no se trata de apreciar un gesto o una actividad, ya no se trata del valor, ahora se trata del precio. Ni siquiera se ve la utilidad, lo importante es la marca... Esas actitudes frutos del materialismo, el cosismo y el consumismo, arruinan todo lo bueno y dulce que puede tener y compartir una persona. Y mucha gente no se da cuenta cómo arruinan sus vidas, sus relaciones, y mil oportunidades de ser feliz y de hacer feliz a otros solo por lo insconscientemente enraizado que está el materialismo en las mentes y corazones de las personas de nuestro tiempo, carcomiéndolo todo, contaminándolo todo, sin que se logre desenmascararlo.


UN CAMBIO DE MIRADA


No debemos centrar todo en las cosas materiales, debemos tener una mirada más integral, holística, y valorar las diferentes facetas de la vida, tanto en lo individual, como en la vida de pareja, familia y comunidad. Lo material no lo es todo, hay que cultivar lo espiritual, emocional, intelectual, sexual, social, etc. según sea el caso. Pero no hay que desanimarse ni bajar la guardia. Hay que sembrar con gestos, hechos y palabras. Hay que aprender a valorar cada cosa buena que nos llega. Dejar de ver el precio y la etiqueta, y comenzar a apreciar el costo para el otro, el valor y el significado. Quizá hay que hacer como Gandhi que abandonó las ropas europeas y comenzó a tejerse su propia ropa. Quizá haya que dejar de preparar regalos sacados de las revistas consumistas y regalar de lo hecho con nuestras propias manos e imaginación.

Sea cual fuere la respuesta al materialismo, debemos volver a valorar lo humano y lo divino, lo natural y lo sobrenatural, y poner en su sitio a lo material y lo artificial.

Dejar de ser embajadores y víctimas del consumo y convertirnos en apreciadores y valoradores de lo realmente bueno y trascendente. Mirar a las personas y a las cosas con una nueva mirada, con un nuevo disfrute, rescatando la esencia de todo lo que es mejor que las marcas y los eslogan de moda.

Quizá parezca una lucha quijotesca, pero quizá con esa lucha rescatemos el corazón, la vida y el espíritu de nuestros hijos y de nuestro lugar.




PARA LA NECESARIA CONVIVENCIA

Uno de los grandes retos que tenemos, en cualquier contexto, es aprender a convivir. Sea la familia, el centro de labores, el club, la iglesia, etc. necesitamos los valores y las habilidades necesarias para poder disfrutar de relaciones sanas, fluidas, beneficiosas y hasta placenteras.


Pero cuales son estos valores, habilidades y actitudes. Supongo que todos. Todo lo que hasta el momento hayamos aprendido o podamos aprender para ser mejores seres humanos nos ayudará a ser mejores interlocutores, camaradas, compañeros, amigos, socios, etc.

Ya que comentar todas estas características sería demasiado largo, intentaré resumir señalando las más importantes.


EL AMOR A UNO MISMO


Lo primero que se me viene a la mente, evidentemente, es el amor. Como bien dijo Jesús, y reafirma la psicología: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. El amor es la única base sólida que nos permite ser y hacer positivamente. Primero, amor a uno mismo, quien no se conoce, respeta, valora, gusta, aprecia, etc. es imposible que ame a otro.

A veces, damos por sentado que nos amamos, pero las actitudes y comportamientos que tenemos con nosotros mismos delatan que no es así, y que el amarse a uno mismo no es tan fácil. Si detectamos una insatisfacción constante, autorecriminaciones, autocríticas negativas, dejadez, descuido personal en algún área de nuestro ser o nuestra vida, seguramente podremos encontrar que no nos amamos o por lo menos no nos amamos lo suficiente o no nos amamos sanamente.

Si es que nuestra convivencia con otras personas se está haciendo difícil, es en este punto, del amor a uno mismo, del autoconocimiento y de la autoestima en el que tenemos que buscar primero para poder tener una buena base para nuestras relaciones.


EL AMOR AL OTRO


El paso siguiente es el amor al otro. Sabemos que una de las características de nuestro tiempo es el egoísmo, el egocentrismo y el materialismo. Una vez más, muchas veces damos por sentado que amamos a la gente, y seguramente no queremos dañar a nadie voluntariamente, pero de ahí a amar es otro cantar.

Más aun si reflexionamos en el reto de Jesús de “amar a nuestros enemigos” (no solo a nuestros familiares y amigos), entonces la cosa se complica demasiado. Pero el reto está puesto. Y solo tenemos que ver la situación de la gente en las ciudades o entre los pueblos y nos daremos cuenta que hay un grado de violencia, odio y crímenes que nos hacen pensar que el reto de Jesús no es un discurso más, sino la necesidad de nuestros tiempos y de la vida humana a través de la historia. Robos, raptos, parricidios, guerras, genocidios, y otros, se han convertido en la noticia diaria que empieza a insensibilizarnos, agravando nuestra situación.

Entonces, necesitamos aprender a amar al otro, necesitamos que ese amor al prójimo deje de ser una doctrina o un buen deseo y se convierta en un desafío personal, sentido, prácticamente en una misión de vida qué experimentar, mejorar y enseñar a nuestros hijos y discípulos.


VALORAR NUESTRAS DIFERENCIAS


Uno de los desafíos en este sentido es aprender a valorar nuestras diferencias. Muchas veces, nuestras diferencias nos traen temor, desconfianza, suspicacias, etc., pero necesitamos aprender a reconocer y aun valorar esas diferencias. Varones y mujeres, citadinos y campesinos, blancos y negros, orientales y occidentales, religiosos y no religiosos, etc. somos diferentes y tenemos que convivir en una familia, una oficina, un barrio, un evento, o cualquier otra situación.

Valorar las diferencias, en vez de temerlas, aprender a comunicarnos ejercitando una escucha activa que nos lleve al entendimiento para poder comprender, reconocer las diferencias así como las similitudes para poder establecer nuestros puntos de contacto, nuestras nuevas posibilidades y así mismo los puntos de conflicto a resolver autónomamente o con ayuda de terceros, debe ser parte constante de nuestra vivencia.

El esfuerzo de aprendizaje y adaptación que esto demanda no lo debemos ver como una carga, sino como uno de los aspectos normales de nuestra vida para poder crecer y lograr la tan ansiada convivencia pacífica, armónica, productiva, beneficiosa y placentera.

Vivir el amor, valorar la diferencia, mejorar nuestras habilidades de aprendizaje y comunicación, hacer el esfuerzo extra y aun experimentar el sacrificio voluntario son aspectos necesarios para la convivencia.

Hoy o mañana tendremos la experiencia de conocer a otro, o de tener una nueva experiencia con alguien ya conocido, inclusive esta situación se puede dar en un contexto conflictivo o crítico. Es en ese momento en el que perderemos la convivencia o podemos decidir aprovechar todo el arsenal de recursos espirituales, emocionales, intelectuales y técnicos para emprender una campaña de conocimiento y reconocimiento que nos lleve a un nuevo aprendizaje, a una nueva experiencia, a nuevas relaciones, y de esta manera a un mutuo enriquecimiento que tendrá como contexto una sana y alegre convivencia.  El camino no es fácil, pero es necesario y creo que es parte de la esencia de la vida humana.



SALIENDO DEL PANTANO

Las fauces del negativismo son insaciables, y dañan o destruyen la paz interior tanto como las relaciones. ¿A qué se debe que sea tan popular el negativismo?



EL PANTANO

¿Por qué parece que algunas personas se han quedado a vivir en ese pantano cenagoso?, ¿de dónde parte una actitud que no solo no ayuda, sino que complica las cosas?

Se pueden ensayar muchas respuestas. Gran parte de nuestras actitudes son aprendidas, por lo que, a veces, la respuesta está en la familia de origen, los niños copian las actitudes, valores y comportamientos de los padres. La mejor educación que podemos dar a nuestros hijos no es ponerlos en un gran colegio, es la de mejorar como personas y así transmitirles buenos patrones mentales.

Otras veces, la respuesta está en malas experiencias personales. Situaciones difíciles a las que se les ha dado una respuesta determinada que ha dejado una impronta que se queda como patrón o paradigma de conducta. Quedarse anclado a una experiencia negativa provoca un círculo vicioso que hace que se repitan más malas experiencias, que se pierdan nuevas oportunidades. Una mala experiencia no es una sentencia eterna de fracaso. Es solo una experiencia de la cual debemos tomar algún aprendizaje.


LA PERSONA

Muchas veces, muy relacionado con lo anterior, está la actitud de rendición. Una persona negativa renuncia a la esperanza, y prefiere permanecer en el pesimismo para así no tener que frustrarse nuevamente. Prefiere ir a lo seguro de su malestar que esperar una mejoría que tarda, o se pierde, y volver a frustrarse... Manteniéndose en el pesimismo no hay decepciones…

Si el negativismo es del tipo crítico o agresivo, pueda ser como respuesta a las situaciones mencionadas anteriormente, o como una estrategia aprendida para forzar resultados, para evitarse procesos. Podría ser que una actitud agresiva va a tener resultados inmediatos, pero a la vez va socavando la confianza o el clima emocional del grupo para el futuro. Algunos responderán con miedo, otros con la misma agresividad, así como habrá quienes se aparten y renuncien a la relación.

El negativismo, pesimista o agresivo, de todas las interpretaciones posibles, siempre va a escoger la peor, lo cual le causa malestar a la persona, y le impide disfrutar de los que le rodean…  Como se verá, el asunto del negativismo es algo que se puede observar en cualquier contexto; pareja, familia, centros de estudio, equipos u organizaciones. Y puede convertirse en un cáncer destructor o en un impedimento que nos limita el poder avanzar a un mejor nivel o mejores resultados.


LA SALIDA

Superar el negativismo implica varios esfuerzos. Demanda una autoreflexión sincera y profunda. Muchas veces tendrá que ser una reflexión compartida; vale decir, que muchas veces no podemos autoobservarnos y necesitaremos la colaboración de amigos y cercanos que nos provean de retroalimentación. Si esto no resulta, estaremos en la necesidad de recurrir a algún profesional, consejero, coach, psicoterapeuta, etc.

El primer cambio se da a nivel interno, cambiar patrones y paradigmas, esto nos permite ver la realidad de otra manera, aprender a amarse uno mismo, gestionar las emociones, cambiar actitudes, enfocarse en las soluciones, intereses y resultados, generar un interés genuino en las personas, ser empáticos, mejorar la disposición comunicativa y la capacidad de comunicación, tomar decisiones, implementar gestos, ritos, tomar acción sobre uno mismo y sobre ciertas situaciones de manera consistente, etc.

Es evidente que esta transformación no es automática, hay conductas muy arraigadas, es un proceso. Pero hay que iniciar desde el interior, y proyectarse positivamente hacia afuera, con una gran capacidad de resiliencia, de duelo por lo ya perdido, de esperanza por las nuevas semillas sembradas, que bien cultivadas, nos dan la seguridad de estar poniendo los cimientos de una nueva edificación mucho más sólida y satisfactoria.


EL ERROR

Un gran error es esperar que el cambio se inicie en el otro, o que nuestro avance dependa de otro, por un mal aplicado sentido de justicia o reciprocidad. Eso sería convertirse en dependiente. El cambio y el avance han de ser independientes, firmes ante las resistencias del contexto que nos podrían querer empujar hacia lo mismo o a lo peor.

Recordemos que quienes han tomado el negativismo como forma de vida quieren que los demás compartan su actitud y sentimiento, y se asombran o hasta se ofenden por quienes no actúan de la misma manera que ellos. Otros, solo caen en esa actitud de vez en cuando, y cuando ofenden, luego no saben cómo restaurarse, ni restaurar las relaciones. Así que no se debe ceder en este caso. Aun si tuviéramos alguna recaída, debemos restablecer la voluntad de cambio, sin contemplaciones hacia otros; a veces se aprende por ensayo y error.

Pensemos que no hay excusa, ni hay posibilidad de fracaso, cuando ponemos como derrotero nuestro esfuerzo en la mejora personal para una mayor calidad integral de vida (que no tiene su punto de apoyo en lo económico, aunque lo llegue a afectar en su momento), sino en lo mental y espiritual.

No hay persona, por muy experta o veterana que sea, que no se beneficie de pasar por un proceso de toma de consciencia, autoevaluación y mejoramiento. Tener la expectativa de generar una mejor versión de uno mismo debiera ser una de nuestras motivaciones constantes, que hacen la existencia más interesante, y nos encaminan en disfrutar la aventura del vivir.


¿CÓMO EMPEZAR?

Ya que el negativismo se alimenta de un malestar interior no gestionado, la angustia, la ansiedad, la depresión o el enojo, se puede empezar el cambio en este mismo instante con una sonrisa a la vida, estoy vivo y lo celebro. Cierro mis ojos, puedo hacer una gran respiración y poner la mano sobre el corazón, sentir los latidos, sentir el aire que entra y sale (intercambio vital, metáfora del intercambio con otros), la expansión de mi pecho, la sangre corre alimentando cada partícula de mi cuerpo.

Mis neuronas se activan y a la vez se sosiega mi mente, siento la paz. Puedo percibir sensaciones y sentimientos, sonrisa o lágrimas, es lo mismo en este momento, porque todo me dice que estoy vivo, y que este es un pasaje de mi vida que me reinicia, al tomar consciencia de mí mismo. Es un espacio que estoy separando para tener cuidado de mí mismo, para amarme, cuidarme y crecer. Lo disfruto todo el tiempo que sea necesario…

Luego, abro mis ojos y observo mi mundo, y aprecio a las personas y cosas que me rodean, he cambiado de mirada, a una mirada positiva, expectante, descubridora y benevolente, amorosa, tranquila.

Tarde o temprano tendré que enfrentar el ruido y las presiones, pero estaré mejor preparado para no reaccionar, sino responder fluidamente.

Quizá me atasque en algún momento, o hasta reciba un golpe injustificado, pero ahora tengo la energía para aprovecharlo, procesarlo, aprender, retomar el rumbo o redirigir el barco hacia la visión, la mejor versión de mí mismo… y cuando se me abra la puerta, colaborando también en la mejor versión de los demás…


LA GESTIÓN DEL CAMBIO


Vivimos en un mundo muy cambiante; ¿qué hacer?, ¿cómo responder?, ¿por qué nos bloqueamos?, ¿cómo algunos más bien se benefician del cambio?


La administración o gestión del cambio es una de las destrezas personales que más se necesita en estos tiempos. El éxito en la carrera de la vida puede depender de esta habilidad. Esto se siente más en los últimos tiempos, pero no es nuevo.

Ya la ciencia nos ha señalado que la supervivencia al final no ha sido la de los más fuertes (si no seguirían existiendo los dinosaurios, ¿no?), sino de los que más se pudieron adaptar a los cambios.

Antiguamente, los cambios se producían de manera muy lenta. Salvo una catástrofe, una peste o una guerra, la vida podía continuar igual por décadas, por no decir siglos.

Pero hoy, los cambios son vertiginosos y muchas veces profundos, y no todos hemos desarrollado la capacidad de responder oportuna y adecuadamente a los mismos.

Vale decir, uno debe tener tal flexibilidad mental que sea suficiente para que los cambios que se producen a nuestro alrededor no solo no nos afecten, sino que los podamos aprovechar convenientemente, por no decir que debiéramos provocarlos. Como alguien decía, la mejor manera de predecir el futuro es creándolo.


Consecuencias de no administrar un cambio


No saber administrar un cambio puede significar la muerte, lo mismo para una persona, para un grupo, como para una empresa. Tenemos cientos y miles de ejemplos a lo largo de la historia, y si reflexionamos un poco haciendo una introspección, nos daremos cuenta todo lo que perdimos cada vez que no nos pusimos al día en un cambio por muy pequeño o insignificante que parezca.

No estar al tanto de los cambios, no tener la información, no tener la actitud adecuada, mal interpretar las cosas, no encontrar la novedad, no aprovechar la oportunidad, etc., son algunos de los elementos que nos limitan o bloquean el crecimiento, nos estancan o nos llevan a la muerte real o simbólica.


¿Qué hacer para responder bien a los cambios?


Lo primero que tendríamos que decir es que no todos los cambios son buenos, y si es que vemos la posibilidad de un cambio que no es positivo, debemos tener toda la libertad de resistirnos a ese cambio. Por principios, por valores, por ética, por espiritualidad, etc.

Pero si el cambio ya se realizó más allá de nuestra voluntad el asunto es diferente, es el momento en el que hay que tomar decisiones, definir posiciones, esclarecer valores e intereses, negociar, influir y alcanzar una nueva estabilidad y armonía en el nuevo contexto.

Debemos librarnos tanto del positivismo a ultranza como del negativismo, y ver las cosas con una fe y esperanza realistas y objetivas, sabiendo reconocer qué nuevo suelo estamos pisando, y reconocer sus ventajas y oportunidades para reencaminarnos y ajustar las velas a los nuevos vientos.

Evidentemente, esto tendrá algunas demandas espirituales, emocionales e intelectuales como mínimo. Los cambios son un reto para nuestro carácter, lo prueban y lo moldean a la vez. Y hay que saber resistir lo mismo que dejarse llevar, la clave es discernir cuándo resistimos y cuándo nos dejamos llevar por la ola.


El cambio hoy


¿Hay algún cambio significativo que esté sucediendo en este instante en alguna área de nuestra vida o nuestro contexto? Démonos un tiempo para reflexionar... ¿Cómo debo responder a este cambio?

¿Hay algún cambio que ya sea necesario?, ¿cómo puedo generarlo?, ¿quiénes se sentirán afectados?, ¿cómo podré manejar las reacciones?

Cada día es una nueva oportunidad de aplicar lo aprendido y de aprender nuevas cosas, eso es vivir aprovechando las olas y convertirse en un agente de cambio positivo después de haber gestionado el propio cambio interior. ¡Hagamos historia...!



¡¿JUGAMOS?!


Cuando pensamos en jugar...  se vienen a nuestra mente las actividades infantiles, los innumerables y variados juegos de los niños, o, a veces, pensamos en nosotros de niños, como un recuerdo de buenas épocas, sin preocupaciones, solo viviendo para salir a jugar (para algunos niños de ahora es, más bien, quedarse en casa para jugar en la computadora...). 


EL JUEGO ES PARTE DE LA VIDA HUMANA


Y aunque generalmente situamos el juego en una etapa infantil, sin embargo, se puede afirmar, sin duda, que el juego es inherente al ser humano, como lo propugnan muchas investigaciones y prácticas.

La verdad es que siempre estamos jugando, aun sin darnos cuenta. A veces, jugamos a solas, para “matar” el tiempo (ej. el famoso juego de naipes “solitario”, con sus múltiples versiones, inclusive virtuales). Otras, jugamos con algún objeto (las llaves o el lapicero), con alguna parte de nuestro cuerpo (las uñas o el cabello) o de nuestra vestimenta (pañuelo, corbata, filo de camisa, etc.), quizá como síntoma de ansiedad o impaciencia.


LOS JUEGOS CON OTROS


Mas generalmente, jugamos con otras personas. Y la frase “jugar con otro” puede tener muchos significados. En el sentido más negativo, jugar con alguien es burlarse o aprovecharse de esa persona, no serle sincero, utilizarla egoístamente, o divertirnos a costa de ella.

En un sentido psicológico, inconscientemente, podemos tener relaciones interpersonales con dinámicas insanas, que se constituyen, como lo definiera Eric Berne, en juegos psicológicos perjudiciales.

Berne descubrió cientos de juegos psicológicos, y pudo afirmar que cuando en una relación uno o más de los involucrados termina sintiéndose mal repetidamente es porque han caído en un juego psicológico inconsciente, y si es consciente ya estaríamos hablando de una manipulación.

Este tipo de juegos negativos se dan entre padres e hijos, en las parejas, entre jefes y subordinados, amistades, etc. Pueden tener una versión social tolerable, pero cuando llegan a niveles neuróticos son molestos y dañinos, y si empeoran pueden ser peligrosos y hasta trágicos. Por lo que se deben reconocer, detectar y corregir lo más pronto posible.


JUGAR POSITIVAMENTE


En el sentido más positivo, todos deberíamos jugar. Ese es el sentido de la recreación, la diversión, el crecimiento, la capacidad de darle vida al niño interior, no permitir que se cohiba o bloquee.

Es esta capacidad de juego la que nos permite tener relaciones frescas, sanas, agradables. El juego nos da una posibilidad de distensión, el niño aprende a través del juego, y el adulto también puede seguir aprendiendo de la misma manera.

Lo lúdico es de vital importancia para que el ser humano no pierda su buen humor y tenga una emocionalidad positiva con la que pueda procesar todas las frustraciones y sinsabores del diario vivir. La actitud lúdica es una actitud sabia de vida, reconfortante, renovadora, una forma de tomar la vida “filosófica y deportivamente” positiva.

Una pareja o una familia que han olvidado el juego, se están perdiendo de la parte más agradable de la vida. Y esto origina mucha frustración, desgaste, y una serie de síntomas psicológicos, que luego se somatizan y/o se socializan.

Si hay algo verdaderamente renovador es una buena reunión de amigos, y son estos dos ingredientes los que hacen estas reuniones tan especiales: tener una buena charla y tener un buen tiempo de juego. Lo dialógico y lo lúdico de las relaciones amicales son renovadores. Por eso, siempre debemos dar tiempo y espacio para todo tipo de encuentros en los que prevalezcan estas dos características.

Desde mi labor de pedagogía, coaching y terapia, siempre propongo y potencio estos dos elementos, a la vez que los induzco en la actitud y las actividades de mis alumnos o clientes. Te invito a reflexionar sobre tus relaciones, y evaluar qué tipo de diálogos, y qué tipo de juegos son los que prevalecen en ellas, qué sensaciones, emociones, sentimientos, actitudes y acciones te producen y producen en los que te rodean.

Asimismo, si deseas trabajar cualquier aspecto de tu vida desde una perspectiva dialógica y lúdica te invito a pasar por un proceso de acompañamiento que te haga recobrar estas potencialidades de maneras positivas y productivas.

Un cambio personal en este sentido puede ser un vuelco vital en la relación con uno mismo, con los demás y con el cumplimento de metas y proyectos.



MAYÉUTICA Y METÁFORA



“La forma en que nos comunicamos, con otros y con nosotros mismos, determina la calidad de nuestras vidas”. Anthony Robbins


LA IMPORTANCIA DE LA COMUNICACIÓN


Categórica y concluyente afirmación la de Robbins. No se trata del azar o de la suerte, se trata de una construcción, de un proceso cotidiano e influyente; la comunicación.

¿Cuál es la magia con la que cuentan los buenos comunicadores? ¿De qué manera mi mensaje se hace más influyente? ¿En qué consiste la efectividad de oradores, coaches, consejeros, pedagogos y terapeutas? ¿Qué tienen estos que podamos usar en nuestras vidas cotidianas y en nuestra práctica profesional?

Entendernos y hacernos entender para avanzar, para crecer, para influir y lograr nuestras metas y objetivos, poder ver cumplida la visión y misión de vida, implica hacer uso de una muy buena comunicación.

La comunicación, pues, juega un papel fundamental en nuestra existencia. No se trata solo de saber hablar o de utilizar el idioma correctamente, no se trata solo de un intercambio de palabras, se trata de conectar con el mundo del otro e influirlo, y aun dejarse influir con conciencia. Se trata de conocer y aprovechar las cualidades de la mente para estar acorde con sus procesos y así poder llegar mejor a nuestro interlocutor.

Toda la complejidad de la comunicación es una mina demasiado vasta para considerarla en un solo artículo, por eso debemos restringir nuestro acercamiento y en esta oportunidad quisiera abordar solamente dos herramientas, pero dos herramientas de gran utilidad y trascendencia: la mayéutica y la metáfora.

Definitivamente, al meditar en estos dos instrumentos, volamos hasta el riquísimo mundo griego en el cual se desarrollaron. Es de todos conocido que los griegos llegaron a un gran nivel en diferentes áreas de la comunicación humana; el teatro, la oratoria, la retórica, la poesía. Sus conocimientos y técnicas son de una valía tan depurada que hasta la actualidad nos brinda de sus tesoros, dos de los cuales son la mayéutica y la metáfora.


LA MAYÉUTICA


Al considerar la mayéutica traemos a la memoria a uno de los personajes paradigmáticos de la historia universal y la filosofía occidental, Sócrates.

Sócrates (a través de los escritos de sus discípulos) nos ha legado toda una actitud en el ejercicio de la filosofía, la ética y la pedagogía, con sus diálogos (el diálogo socrático), el uso de la ironía (para dejar en evidencia los prejuicios de los que presentaban “verdades” sin fundamento), y la mayéutica (para sacar la verdad de quienes no sabían que la tenían).

Pero, ¿qué es mayéutica? Etimológicamente, viene de una palabra griega que significa dar a luz, y que nos presenta el arte de la partera, la obstetricia. Justamente, Fainarate, la madre de Sócrates, era partera. Y Sócrates se atribuía el mismo oficio, pero no relacionado al cuerpo, sino al alma, no para alumbrar bebés, sino la verdad.

Y, ¿en qué consiste este arte? Básicamente, consiste en la pericia o la destreza en hacer preguntas, presentar interrogantes, cuestionar al interlocutor, insertándolo en un proceso que lo llevará a alumbrar un conocimiento que tenía en su fuero interno, pero del cual no es consciente hasta que pasa por la experiencia mayéutica.

Aquí, pues, tenemos a una de las habilidades más importantes en la comunicación y que va a tener tremendas aplicaciones, no solo en el campo filosófico, sino también en los campos pedagógico y terapéutico.

En contraste a una actitud erudita que se despacha con un cúmulo de información para el interlocutor a quien se considera ignorante, la práctica mayéutica nos coloca en la actitud humilde de un aprendiz que pregunta sinceramente para ser testigo de la novedad de alumbramiento de una verdad que proviene de cualquier persona a la cual se considera poseedora de conocimiento.

¿Se enseña? sí, pero no a través de un paquete o enlatado de información, sino como colaborador, como inductor, para hacer emerger un conocimiento que se descubre cual tesoro desenterrado después de un gran viaje y aventura de exploración.


LA METÁFORA


Si la mayéutica es una pala con la cual vamos desenterrando el tesoro, la metáfora es una inyección hipodérmica a través de la cual se suministra al interlocutor una idea o una nueva estructura que va a acomodar sus ideas para una reestructuración o un insight.

La metáfora es un caballo de Troya con el cual se puede vencer la resistencia de una mente de manera delicada y a la vez contundente. La metáfora es una semilla que se siembra para luego regalarnos con sus frutos, después de pasar las estaciones del tiempo.

Técnicamente, la metáfora es una figura retórica por la cual una realidad o concepto se presenta por medio de otra. Etimológicamente, viene del griego metáfora que se puede traducir como traslación o desplazamiento (en griego actual, al transportador –persona o instrumento- se le denomina metaforeas).

Quizá uno de los psicoterapeutas más importantes del siglo XX, Milton Erickson, sea quién más haya aplicado y desarrollado el uso de las metáforas en el ámbito terapéutico, a través de la hipnosis con trance y aun sin trance. De este modo, también se dedicó a penetrar en el inconsciente de sus pacientes, pero no al estilo psicodinámico, para hacer conscientes los traumas del pasado, sino para reestructurarlo, y lo hizo con muy buenos resultados.

En el ámbito pedagógico se convierte en una herramienta poderosísima, pues nos permite ayudar en la comprensión de asuntos poco conocidos o difíciles de entender, a través de conceptos o realidades más conocidas o fáciles de entender.

Así como en la mayéutica se ha de desarrollar el arte de hacer preguntas, en este otro instrumento se ha de desarrollar el arte de descubrir paralelos o analogías que se puedan convertir en metáforas para transmitir ideas que sean fácilmente digeribles por la mente de nuestro interlocutor.

Claro que para efectos prácticos no es necesario utilizar una metáfora exacta, sino que pueden tener el mismo efecto influyente una analogía, un símil, una parábola, un cuento, una historia, un poema (en el que abundan las metáforas), una cita impactante y hasta el humor.

En otras palabras, muchas veces, cuando las explicaciones y razonamientos directos fracasan o son limitados, una metáfora o sus símiles pueden vencer resistencias y remover cerebros cual golpes de box con la delicadeza de una caricia.

La metáfora puede ser una poderosa medicina con las cualidades de un elixir y la atracción de una bebida deliciosa o una fragancia exquisita.


UNA NUEVA CONVERSACIÓN


En nuestra labor, el coaching, la mayéutica y la metáfora constituyen dos de las fortalezas más importantes para colaborar con el coachee en la superación de bloqueos, en el develamiento de sus objetivos y en la motivación para lograrlos.

Pero no solo pueden ser usadas en la consejería, terapia, pedagogía o coaching. Generar el hábito de hacer buenas preguntas y utilizar metáforas va a ser muy útil para los padres, los líderes y toda persona que quiera hacer uso de una buena comunicación.

Por tanto, el conocimiento y aplicación de estas dos herramientas es un desafío que nos promete la posibilidad de una mejor influencia y una mejor interrelación personal a nivel familiar tanto como organizacional.

Se trata de estar dispuestos a probar con un nuevo tipo de conversación, se trata de potenciar nuestra comunicación, y esto es muy valioso porque…

“La forma en que nos comunicamos, con otros y con nosotros mismos, determina la calidad de nuestras vidas”.


EL APRENDIZAJE DE SER PADRES


Es evidente, que en el desarrollo de las personas, los padres tienen una gran responsabilidad. Sin embargo, nadie nace sabiendo ser padre, y muchas veces a lo largo de la carrera de la vida, nadie enseña a ser padre.

De este manera, a la vez que ser padre es una muy grande responsabilidad nos encontramos con la paradoja de que muy pocas personas o instituciones se preocupen por dar una formación seria y profunda para que las personas puedan cumplir con este tan trascendental rol.


CONSEJOS


Por tal motivo, es necesario que quien decida comprometerse con esta noble labor, o aun aquel que no lo pensó pero que está ya involucrado en este desafío, tome nota de algunos consejos.

Primero, nadie nace sabiendo, así que la paternidad responsable será una experiencia de aprendizaje constante. Así que quien quiera ser un buen padre tiene de antemano que asumir una actitud humilde y receptiva con la que podrá aprender haciendo en el camino.

Segundo, si bien es cierto que el aprendizaje se dará principalmente con la experiencia, eso no quita el poder asesorarse a través de grandes fuentes de información.

Tenemos a otros padres con experiencia que nos pueden compartir su vivencia formalmente o aun de manera distendida, casi como contando anécdotas. Casi de todo podemos sacar una lección...

También tenemos a muchos profesionales que nos pueden guiar: maestros, psicólogos, terapeutas, coaches, etc. Su colaboración, experiencia y conocimientos pueden ser muy valiosos...


Información disponible


En esta época podemos contar, asimismo, con un cuantioso arsenal de información a través de libros, revistas, internet, programas radiales y televisivos, vídeos, películas, etc. Vale decir, una gama de conocimientos y experiencias que pueden enriquecernos sustancialmente.

En el aspecto de conductas de riesgo, todo lo dicho anteriormente es válido, pero aparte contamos con instituciones especializadas en diferentes temas, sea drogas, sexualidad, problemas emocionales, embarazo adolescente, etc. Se cuenta pues con organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que brindan asesoría, materiales, consejería, terapia, y otros, que podrían ser muy bien aprovechados por los padres para poder guiar y apoyar a sus hijos.

El desafío está dado, implicará ante todo una decisión de madurar y estar listo para transmitir a la siguiente generación un legado de amor y conocimiento, con diferentes recursos que permitan a los hijos crecer y madurar integral y sanamente. A su vez, existen, a disposición de todo padre, una serie de posibilidades que solo hay que buscar con paciencia.

Para finalizar, podemos decir que será muy importante recuperar la labor pedagógica de las familias en el desarrollo de padres competentes, y asimismo, las autoridades civiles y eclesiásticas pueden cumplir un rol muy importante en la concientización y capacitación para el desarrollo de la paternidad responsable que promueva en los hijos un desarrollo integral y una liberación de situaciones de riesgo.


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