domingo, 23 de febrero de 2020

MIS "YOES" Y YO, un diálogo intrapersonal necesario









Es interesante (y a veces desconcertante) cómo en un momento siento, pienso y actúo de una manera, y en otro momento todo cambia, y mi vida interna y mi proceder difieren de lo anterior y hasta parecen opuestos, o sea, pienso, siento y actúo de una manera muy diferente, ¿qué es lo que está pasando?


Al darse cuenta de esta realidad, algunas personas se preguntan si eso es bueno o normal. Si bien es cierto que hay algunas versiones patológicas de este fenómeno (en la esquizofrenia, en el trastorno de personalidad disociativa -personalidades múltiples-, o en el trastorno bipolar), debemos afirmar que desde la perspectiva de la psicología de "yoes" o subpersonalidades este fenómeno es totalmente normal.


Sin embargo, debemos aclarar que no siempre esta complejidad de nuestra personalidad se manifiesta de manera positiva o funcional, sino neurótica o disfuncional, y es ahí cuando surge la insatisfacción, la frustración, la incomprensión, las dudas y los conflictos intrapersonales e interpersonales.


¿Qué situaciones pueden afectarnos negativamente?


En relación a esta curiosa característica de nuestra psiquis, de nuestra personalidad (su configuración compuesta por muchas subpersonalidades), es posible que se den algunas situaciones que nos afecten. Ejemplo:

- No reconocer esta multiplicidad de subpersonalidades. Cuántas personas quedan confundidas por esta variabilidad de su mentalidad o conducta y eso les perturba, o perturba a las personas con las que conviven, trayendo confusión, incomprensión o conflictos, a veces severos.

- Fusionarse con una de las subpersonalidades como si fuera la única. Uno de los mayores problemas con las subpersonalidades es que nos apegamos a una de ellas de manera rígida, la cual domina nuestra vida, dándonos seguridad (zona de confort), pero haciéndonos perder flexibilidad mental y conductual, provocando respuestas disfuncionales en ciertas situaciones.

- Desconocer algunas de las subpersonalidades. Contrariamente al punto anterior, hay partes de nuestro ser que han quedado dormidas u ocultas (en la sombra o inconsciencia), sin que podamos reconocerlas ni aprovecharlas, perdiendo posibilidades de actuación o sorprendiéndonos su manifestación en momentos inadecuados o de formas constantes pero inconscientes.

- Que se manifieste inadecuadamente alguna de las subpersonalidades. Justamente, la importancia de la psicología de "yoes" es que podamos reconocer y aprovechar de manera funcional todas nuestras facetas o partes, regulando la participación de los diferentes personajes internos. O sea, que se manifiesten cuando deben hacerlo y de la manera e intensidad adecuadas, a su vez que desaparezcan cuando no necesitamos su concurso.

- Que no se manifieste una de nuestras subpersonalidades cuando la necesitamos. Que es lo que pasa cuando tenemos miedo o prejuicios en contra de uno de nuestros personajes y lo bloqueamos o limitamos (por traumas pasados, patrones familiares o culturales, etc.), perdiendo la influencia benéfica y necesaria de su accionar.

- La relación disfuncional entre una de nuestras subpersonalidades en relación a una subpersonalidad de otra persona. El conocimiento de nuestras subpersonalidades no solo nos ayuda a una mejor autogestión, sino que colabora en la comunicación, relación, influencia y liderazgo sobre otras personas. Cuando hay muchos conflictos con otra persona (juegos psicológicos) seguramente no se están relacionando bien algunas de nuestras subpersonalidades, porque deberían estar participando otras o porque deberían manifestarse de diferente manera.


¿Qué hacer?


Tenemos una riqueza interior que podemos y debemos aprovechar sanamente. Para esto es necesario lograr ciertos objetivos y mantener una funcionalidad dinámica.

- Centrarnos en nuestro self, sí mismo o yo (llamado superior, observador, consciente o contexto). Es esa parte de nosotros que no cambia, la que dice "yo", así pensemos en lo que vivimos de niños, de jóvenes o lo que estamos experimentando en este mismo momento. Hemos podido vivir muchas cosas, diferentes, y hemos podido cambiar en muchos aspectos, pero siempre podemos decir "yo". Ese Yo permanente, es el que debe situarse en una posición de observador, para poder cumplir un rol regulador, director, coordinador, de los otros "yoes".

- Reconocer cada una de nuestras subpersonalidades. Nuestro autoconocimiento y autoestima consiste en conocer bien cada una de nuestras partes, los diferentes personajes que nos componen, y ejercer aceptación, valoración y reconocimiento genuinos. Poder describirlos, darnos cuenta cómo se manifiestan, en qué momento se activan, qué quieren, qué temen, etc. Inclusive se recomienda que los etiquetemos por su característica principal (yo crítico, yo sensible, yo servicial, yo amoroso, etc.) o que les pongamos algún nombre alusivo con el cual los identifiquemos en el momento que surgen, y para que sepamos invocarlos en el momento que necesitamos su aparición.

- Activar la subpersonalidad en el momento adecuado. Cuando nos ejercitamos en los puntos anteriores, tendremos la capacidad de encarnar el personaje que queremos en el momento que lo necesitamos, priorizando los valores que sostiene, y manifestando su intelectualidad, emocionalidad, actitudes y comportamientos, particulares.

- Gestionar las subpersonalidades. Lo que hay que ir aprendiendo en el camino es modular la  manifestación de cada uno de esos personajes, definiendo las diferentes intensidades y los diversos roles que pueden cumplir según la necesidad del aquí y ahora, basados en nuestros valores y proyecto de vida. Y desarrollando la flexibilidad para pasar de un personaje a otro según sea más funcional con la situación.

- Integrar subpersonalidades: Esta gestión va a armonizar la participación de nuestras diferentes partes o "yoes", va a equilibrar nuestras polaridades, y a coordinar y dinamizar el concurso de varias subpersonalidades a la vez, según los propósitos que tengamos en cada momento.


¿Cómo hacerlo?


Para lograr estos objetivos de manera continua y solvente necesitamos cumplir con ciertas tareas:

- Desarrollar la consciencia plena de nuestro mundo interno; pensamientos, sentimientos, emociones, ideas, imágenes, recuerdos, etc., así como de nuestras sensaciones, sentires, dolores, percepciones, etc. Pues cada una de estas manifestaciones es la voz emergente de nuestros personajes, que está comunicándose, para que nos hagamos conscientes de algo.

- Nombrar y describir cada una de nuestras subpersonalidades. El autoconocimiento ha de ir fijándose y profundizándose, por lo que es bueno dar un nombre y descripción, de cada uno de nuestros personajes, reconociendo los roles que cumple en nuestra vida, para ir modulando, gestionando, su influencia.

- Potenciar cada una de nuestras subpersonalidades con diferentes actividades. Hay partes de nosotros que pueden estar heridas, descontroladas, relegadas, rechazadas, sobredimensionadas, etc. Por lo que es tan importante, partiendo de nuestro Yo superior o consciente, restaurarlas, canalizarlas, fortalecerlas, flexibilizarlas, etc. Lo que a veces producirá que vayamos cambiando su nombre y descripción a lo largo del tiempo. Por lo que todas estas tareas se vuelven permanentes, y se van renovando constantemente. Conocer diferentes personas y contextos, así como participar de diversas actividades y tareas, es muy importante para esta potenciación de las diferentes subpersonalidades. Cuando conozco a otras personas o actividades, no solo conozco más de ellas sino de mí mismo, y me desarrollo más y mejor.

- Dialogar con nuestras subpersonalidades. El proceso que se da para el logro de estas tareas es un proceso expresivo, dialógico, conversacional, creativo, sincero, amable, compasivo, tierno, curioso, sensible, etc. a través del cual nos mostramos amor de manera práctica y efectiva a nosotros mismos. Lo que, a su vez, nos capacita, como un entrenamiento exhaustivo, para luego tratar a otras personas en sus diferentes manifestaciones y momentos, con el mismo cuidado y sensibilidad que vamos desarrollando con nosotros mismos.

- Reconocer las subpersonalidades de otras personas y aprender a dialogar con ellas. De esta manera, aprendiendo de lo anterior, nos convertimos también en agentes de renovación y restauración de otras personas que comenzarán a reconocerse y valorarse en sus diferentes facetas al considerar nuestro trato sincero y amoroso hacia ellas.



Los Beneficios


Sabemos que este no es un trabajo fácil ni rápido, aunque se pueden observar beneficios y resultados desde los primeros pasos. Sin embargo, la perseverancia en la buena actitud y el buen diálogo trae muchísimos beneficios que podríamos resumir en poder:

- Entender y comprender nuestras múltiples heridas y fortalezas, así como los aspectos positivos y  negativos de nuestra personalidad, de una manera muy sensible, cuidadosa y progresiva.

- Saber responder fluidamente al devenir, estando presente en el aquí y ahora.

- Enriquecer la personalidad y la performance individual, ampliando los recursos.

- Superar una perspectiva patologizante de nuestras vivencias psíquicas y conductuales.

- Aprovechar todo el caudal de vivencias (pensamientos, ideas, emociones, sentimientos, actitudes, recuerdos, patrones, conductas, reacciones, sueños, etc.) que vamos experimentando en el día a día.

- Entender y comprender las diferentes manifestaciones de nuestros interlocutores, lo cual mejora la comunicación, las relaciones y la cooperación.

- Respetar y valorar a las personas de manera integral, reconociendo su integralidad y diversidad.

- Colaborar en el autoconocimiento y flexibilidad de las personas.


El ser humano es un ser complejo, lleno de sorpresas, cada ser humano es único y se merece respeto y consideración. Hemos llegado a ser como somos por diferentes voluntades y circunstancias, positivas y negativas, y el llegar a tomar consciencia de cómo estamos configurados, de cada una de nuestras partes, inclusive las que ahora consideramos como negativas, una vez sanadas y gestionadas se convierten en una riqueza que acrecienta nuestro potencial e influencia positiva.

El reto es iniciar este maravilloso descubrimiento, y no terminarlo nunca, pues podemos seguir creciendo y transformándonos, autodiseñándonos de manera sana, creativa y amorosa hasta alcanzar nuestro máximo potencial.


¡ Que en este viaje de descubrimiento disfrutes del diálogo amoroso y liberador con cada uno de tus personajes, disfrutando asimismo la complejidad de cada otro que aparezca en el camino !



lunes, 10 de febrero de 2020

¡NO TOQUES MI HERIDA!


¿Por qué tanto sufrimiento? Es evidente que hay un aspecto trascendental por el cual parte de la vida humana tiene un elemento doloroso y hasta trágico, el problema del mal, que podríamos analizarlo filosófica y teológicamente. Pero podemos precisar mejor la pregunta, ¿por qué tanto sufrimiento innecesario? En este sentido, quisiera que consideremos el tema desde la perspectiva psicológica.

¡No toques mi herida!, como dicen muchas veces los niños después de una caída, de un raspón sangrante, cuando los padres o maestros quieren auxiliarlos, para limpiar la herida, poner algo de sulfa o aun vendarla, si fuere necesario.

Sin embargo, por más cuidado que ponga el adulto, esta área física que ha quedado sensible se quiere mantener intocable por parte del niño, ¿por qué? por no volver a sentir el dolor.


Evidentemente, hay heridas que sanan prácticamente solas, y no hay necesidad de mucho tratamiento. Por el contrario, otras, si no se tratan pueden complicarse, incluso putrefactarse y provocar un dolor y hasta un mal mayor.

De la misma manera, muchas veces, las personas no están dispuestas a trabajar sobre sus problemas psicológicos, emocionales, existenciales. Y curiosa, y tristemente, aunque no nos demos cuenta, terminamos sufriendo más, o complicándonos la vida; viviendo, seguramente, para diseñar dos posibles "artefactos"; un parche que proteja y oculte la herida, o un marco para presentarla y obtener ciertas "ganancias o beneficios" de esa llamativa "escena dramática" como si fuera una "obra de arte" en exhibición.

Sea una u otra salida (escape), no nos permite superar la herida, no nos permite gestionar la situación (la del pasado no se puede porque ya pasó, la presente podría tener un aspecto interno -pensamientos, sensaciones, sentimientos, imágenes, etc. que hay que procesar, gestionar- o externo -acciones inadecuadas qué corregir, o adecuadas que poner en práctica-). Por tanto, no se trata de esconder la herida ni de promocionarla, sino de sanarla o de gestionar la nueva situación después del evento doloroso.

Es interesante la gran cantidad de acciones evitativas o mecanismos de defensa que puede utilizar una persona para no trabajar con su herida: negación, minimización, desvaloración, proyección, etc. o abuso de el alcohol, las drogas, el sexo, los medicamentos, el apego, etc. Todas estas situaciones y reacciones no son gratuitas, nos están señalando que de manera consciente o inconsciente la persona está tratando de ocultar o compensar su realidad interna, en vez de trabajar sobre sí misma.

Si escoge el camino de la exhibición de su herida, mal o malestar, está utilizando su problema como medio para conseguir atención o una ayuda que no le permite madurar sino que lo mantiene en la dependencia o la manipulación (juegos psicológicos).

Pero reflexionemos en todas las cosas que uno se pierde por vivir evitando (miedo a hablar en público, a las relaciones, a ciertas experiencias o aprendizajes, etc.), o las complicaciones que se acarrea por querer manipular (caprichos, berrinches, críticas, exigencias, obligación a que se cumpla con nuestras expectativas, etc.) a otras personas (sea padres, hermanos, cónyuge, hijos, amigos, empleados, etc.).

El problema con estas respuestas es que nos desvían de nuestros sanos objetivos, nos inducen a comportamientos negativos, provocan que abandonemos nuestros valores, nos conflictúan con nuestros semejantes, o hacen que nos equivoquemos en nuestras verdaderas metas, retrasando la madurez, el aprendizaje del autoapoyo y el desarrollo de habilidades sanas y funcionales de convivencia.

¿Qué hacer?


De lo sucedido en el pasado debemos aprovechar los buenos recuerdos y recordar los aprendizajes. Por lo demás, debemos ocuparnos en la gestión de nuestra mente de las maneras más variadas y adecuadas que podamos crear.

A veces, los diferentes aspectos del trabajo interior, pueden parecer como una herida que hay que curar, o un músculo que debemos fortalecer, o una habilidad a adquirir, o quizá una nueva perspectiva desde la cual mirar, o un alimento que incluir en nuestra dieta, etc. Así es como cobra un nuevo sentido nuestra imaginación, inteligencia y creatividad, así como nuestras actitudes, valores, acciones, decisiones, aprendizajes, perspectivas, etc.

Por eso hay que diagnosticar bien para definir la medicina, el alimento, el ejercicio o el aprendizaje que debemos adoptar, y diseñar las mejores estrategias para lograrlo (dependiendo del caso, un buen amigo, un consejero, un coach o un terapeuta nos pueden acompañar, facilitando este proceso, como un buen compañero de viaje).

¿Qué no hacer?


Lo que nunca hay que hacer es evitar el trabajo o tratamiento por no tocar la herida, lo cual la mantendría en "carne viva" (y nos podemos dar cuenta que hay algo que arreglar porque nos volvemos susceptibles, con reacciones sorpresivas, inadecuadas, irracionales, disfuncionales, conflictivas, etc. que complican las relaciones y crean más conflictos o problemas, internos y externos) o en estado de descomposición, empeorándonos (a veces haciéndonos insensibles o autoadormeciéndonos con pensamientos irracionales o utilización de drogas o alcohol, así como medicación, que a la postre es negativa por lo costosa, adictiva o por sus efectos colaterales).

La actitud evasiva es la que hace que abandonemos muchos de nuestros valores, nuestra vocación, visión y misión personal, y que los reemplacemos con pobres sucedáneos, o excesos, de trabajo, apegos, substancias, placeres, poder, fama, etc. Quizá mantengamos algunos valores y acciones positivas, pero dejemos otras, o nos polaricemos hacia una tendencia de manera no saludable o exagerada (como cuando hay personas que hacen muy buenas obras para ayudar a otros -lo cual les da una muy buena excusa o justificación- pero se descuidan de sí mismas o automaltratan, mostrando un desequilibrio o desarmonía personal, a veces incomprensible para los demás, por lo contradictorio o incongruente).

Pensemos también que, muchas veces, no realizamos el necesario trabajo interior que deberíamos considerar como normal, porque hay muchos prejuicios contra el trabajo mental, o por taras culturales, por creencias limitantes, por pereza, por miedo, por normalizar conductas disfuncionales (nos acostumbramos a maneras insanas de vivir), por economía (sin darnos cuenta que el no pedir ayuda de un profesional en su debido momento puede luego acarrear mayores males y mayores gastos, aparte de todo lo que se pierde en el tiempo, relaciones, oportunidades, buenos momentos, etc.).

¿Cómo se logra?


La toma de consciencia, la capacidad de aceptación y resiliencia, una mirada más compasiva hacia nosotros y los demás (con actitud curiosa y de aprendizaje), la reinterpretación de nuestra historia, hacia la mejora de nuestro autoconocimiento y autoestima, pero sin estancarnos en el ayer, sino conscientes de poder avanzar, superarnos, recrearnos, autodiseñarnos, como un trabajo de exploración y a la vez de proyección hacia nuevos horizontes, hasta alcanzar una nueva flexibilidad que nos permita más opciones de acción, es lo que debemos lograr en una buena gestión de nuestro ser, superando las heridas del ayer.

Respecto a todo lo que surja en nuestro interior (pensamientos, imágenes, sensaciones, recuerdos, sueños, emociones, etc.), no debemos tenerle miedo, no evitarlo, no rehuirlo; podemos tomarlo como la expresión de una parte de nosotros que necesita revelarse, confesarse, sincerarse, en un diálogo intrapersonal con otra de nuestras partes, ante la mirada atenta y serena de nuestro yo observador (que no evita, no teme, no huye), que como mediador, cataliza este diálogo hacia el entendimiento, la comprensión, la aceptación, la valoración, el autodescubrimiento, la creatividad, las opciones, la complementación, el equilibrio, la armonía, la potenciación, la integración de las polaridades, etc.

Cuando te veas evitando algún pensamiento, sentimiento o situación, o cuando detectes una actitud o conducta negativa o disfuncional, que crea malestar, no la justifiques, sino reflexiona qué resultados y consecuencias te trae esta evitación o conducta (qué es lo que te ha hecho perder y lo que no te ha permitido aprovechar), y reconsidera, más bien, qué es lo que podrías aprender de ciertas personas, situaciones y cosas internas o externas, a qué nuevas perspectivas, actitudes, habilidades y acciones te reta.


No se trata de manosear la herida, ni de ocultarla, ni de exhibirla, se trata de procesarla, de gestionar el fluir de imágenes, emociones, pensamientos, recuerdos, sensaciones, etc. y rediseñar una nueva estructura de la experiencia, haciéndola funcional, positiva y benéfica. Es una oportunidad de aplicar los valores con uno mismo, con nuestros semejantes y con todo nuestro contexto, canalizándolo todo con amor, compasión y creatividad, haciéndonos más flexibles, rescatando, aprovechando, integrando y dosificando cada parte de nosotros, ensayando la novedad viviendo (y conviviendo en) el presente, desde el aquí y el ahora.


¡Acepta el desafío, saborea el instante, 

aprovecha las oportunidades y crece!



lunes, 18 de noviembre de 2019

DEL DIÁLOGO INTRAPERSONAL AL INTERPERSONAL


Resultado de imagen para DIALOGO CONMIGO

Cuando tomamos consciencia de lo que nos está pasando, de lo que estamos sintiendo, percibimos una serie de impresiones de diferente tipo; imágenes, palabras, colores, sensaciones, emociones o recuerdos. Si seguimos el impulso de alguna de estas voces descubriremos a uno de nuestros “yoes”, que se está expresando de cierta manera, descubriremos algún asunto pendiente, no resuelto, que clama por ser atendido.


Cada uno de nuestros “yoes”, o subpersonalidades, tiene una importante e interesante configuración; una profundización en reconocerlos nos mostrará varios “personajes” complejos y completos, con toda una historia de formación (que muchas veces hay que reeditar y reinterpretar), generalmente desde la más temprana niñez, que de alguna manera se relaconan entre sí, y con las subpersonalidades de otras personas de nuestro alrededor.


Parte de nuestro autoconocimiento y de nuestra gestión emocional depende del diálogo que se establezca entre nuestras distintas subpersonalidades hasta llegar a establecerse una sana dinámica, equilibrada y armónica, dirigida por nuestro self (yo consciente, yo superior, yo observador o yo contexto) para poder desarrollar una relación creativa, funcional y fluida con nosotros mismos y con el contexto en el que estamos viviendo.

Por esto es tan importante saber escucharnos, estar atentos a la emergencia de la voz de cualquiera de nuestros “yoes”, que se manifiesta a través de impresiones psicológicas o expresiones corporales, para iniciar un diálogo amable y compasivo que permita la satisfacción de la necesidad, superando los bloqueos o mecanismos de defensa que se han ido acorazando como una forma de evitación del dolor o de autoprotección.

Lamentablemente, el ritmo de vida y las actitudes que se van desarrollando por las presiones sociales o familiares, muchas veces tienden a desatender esas voces y en el peor de los casos a acallarlas o silenciarlas, perdiendo la oportunidad del autoconocimiento, la gestión emocional y la resolución de conflictos.

Cuando en una situación aparece una emoción primaria, vale decir, acorde con lo que está sucediendo, en tipo, tiempo e intensidad, estamos ante una expresión sana, funcional y adaptativa. Pero cuando hay manifestaciones repetitivas, intrapersonales (sentimientos o actitudes existenciales) o interpersonales (juegos psicológicos), que nos producen malestar o generan conflictos, y se da un sufrimiento innecesario, entonces nos encontramos frente al llamado de una “subpersonalidad” que requiere nuestra atención y respuesta, a través de un diálogo terapéutico.

Este diálogo se puede realizar de manera silenciosa interna, de manera audible, a partir de una experiencia creativa (dibujo, pintura, danza, actuación, escritura, etc., como son los medios de la arteterapia) o de la silla caliente-vacía (típica del enfoque gestáltico), de forma solitaria, o con el acompañamiento de un maestro, coach o psicoterapeuta.

Este proceso termina siendo catártico, revelador y homeostático, facilitando el reconocimiento, el reencuentro y la reintegración de diferentes partes de la persona, a la vez que capacitándola para una mayor y mejor influencia y convivencia en su medio. Por lo que tiene efectos individuales y comunitarios.

Considero igualmente, como proyección de esta necesidad, que los diferentes actores del mundo actual, en constante conflicto, necesitan ponerse de acuerdo, convivir en paz, aprender a dialogar de manera constructiva, pero solo lo van a poder hacer en la medida que cada uno de estos actores haya podido aprender a encontrar la paz, el equilibrio y la armonía interna, a través de un diálogo sanador en su propio interior.

Por tanto, como conclusión, podemos afirmar, que urge implementar una filosofía y una praxis dialógica en las personas y entre las personas, a través de todos los medios posibles, teniendo en cuenta la trascendencia de esta implementación a nivel de bienestar psíquico e interpersonal, gestión de grupos y equipos, dinámicas organizacionales, salud comunitaria, y paz y reconciliación nacional e internacional.


¡ El proceso inicia contigo, escúchate con atención, interés y compasión, y de esta manera capacítate para dialogar contigo mismo y con tu prójimo, induciendo con la palabra y el ejemplo la armonía restauradora y renovadora que tanto necesita nuestra sociedad actual !




sábado, 26 de octubre de 2019

DE LA FRUSTRACIÓN AL PROTAGONISMO CREATIVO





Cuántas veces caemos en un estado de miedo, depresión o frustración queriendo tener el control total de las situaciones, queriendo acomodar alguna circunstancia a nuestro ideal, sin conseguirlo, porque el entorno o las personas involucradas no cambian, y no podemos obligarlas. Entonces, respondemos con resignación, con melancolía y con pesimismo, o generamos una ruptura o una huida.


El cambio de interpretación y relación


Es cierto que hay situaciones en las que podemos generar el cambio deseado, porque es algo que depende absolutamente de nosotros, o porque sabemos gestionar una negociación y un acuerdo. Pero, ¿cuando esto no es posible debemos quedarnos en la frustración, generar la ruptura o recurrir al escape? Creo que no, creo que hay otra opción, real y contundente, que es la que generalmente debemos utilizar. La opción de la creatividad.

Tú puedes generar un cambio, en el que no irrespetes al otro, en el que no lo manipules ni maltrates, y a la vez, en el que te sientas satisfecho de estar provocando, generando, induciendo, proponiendo, etc. otra posibilidad, otra realidad. Puedes utilizar tu fe, tu positivismo y tu creatividad para cambiar actitudes e interpretaciones respecto a la persona o situación, transformando la relación con ella, adaptándote flexible y asertivamente.

Como una prueba, como un ensayo, como una experimentación, con la posibilidad de probar varias respuestas e ir quedándote con lo mejor de la persona/situación, estimulando un nuevo balance, un nuevo equilibrio, una armonía más adaptativa y funcional, más satisfactoria, más liberadora.


Aprender de la experiencia


En vez de frustrarte, romper o huir, puedes aprender de la experiencia/persona y acrecentar alguna habilidad, superar alguna limitación intrapersonal (intelectual, emocional o volitiva) o interpersonal, y generar una nueva realidad, una nueva relación.

En algún caso podemos dar fin a algo, cuando cumplió su propósito, su ciclo o se ha vuelto dañino o peligroso, pero muchas veces queremos abandonar muy rápido sin haber procesado el asunto con todas las oportunidades posibles, oportunidades que retan nuestra potencialidad, nuestras habilidades, conocimientos, fortalezas, para que maduremos, para que aprendamos y aun nos sorprendamos de hasta dónde podemos llegar con nosotros y con otros, saliendo del status quo, saliendo de la zona de confort.


La gran oportunidad


Cuando te vuelvas a encontrar con una situación/relación frustrante piensa que puedes tomar una actitud de víctima y lamentarte o huir, o querer manipular de manera deshonesta, o puedes tomar la actitud de protagonista amoroso y generar creativamente nuevas respuestas, nuevas posibilidades, nuevas relaciones y nuevas opciones, más allá de nuestros pensamientos fijos y cuadriculados, disfrutando de la aventura de la curiosidad, de la libertad, de la diversidad, del diálogo, de la negociación y de la sorpresa, como descubriendo un nuevo universo interno y externo.



miércoles, 2 de enero de 2019

MATERIALISMO DESTRUCTIVO


AUNQUE NO NOS CONSIDEREMOS MATERIALISTAS, EL MATERIALISMO DOMINA MUCHAS DE NUESTRAS ACTITUDES Y DECISIONES PERSONALES Y ES UNO DE LOS CAUSANTES DE LA INSATISFACCIÓN PERSONAL Y LA INJUSTICIA SOCIAL

Cuando pensamos en el materialismo recordamos, a veces, todo el debate filosófico y político al respecto. En el primero, una serie de elucubraciones y especulaciones; en el segundo, una serie de pugnas y hasta terribles batallas metafóricas y reales.


EFECTOS CATASTRÓFICOS


Pero ante tantas referencias teóricas e históricas, muchas veces olvidamos los efectos o consecuencias prácticas y cotidianas del materialismo.¿Qué hace el materialismo en nuestras vidas cotidianas? Los efectos son catastróficos. Y sin embargo, vivimos aceptando las prerrogativas del materialismo, prácticamente sin cuestionarlas. Aceptamos sus demandas como absolutas. Y de esa manera una vorágine de insatisfacción y de sufrimiento se apodera de nuestras vidas.

En primer lugar, es el materialismo de los poderosos, sean países, empresas o líderes los que le dan un carácter global a la injustica, a las diferencias extremas, a la marginación. La codicia y la avaricia pareciera que hubieran escapado a la conciencia y a la sanción social. La injusticia legalmente autorizada, si no promovida, se desarrolla con una impunidad aberrante. Los estados, las instituciones y hasta los sectores religiosos no se escapan a esta plaga. Las reflexiones a este fenómeno podrán dar lugar a sendas explicaciones y hasta justificaciones pragmáticas. No comentaré al respecto. Pero sí quisiera señalar otros efectos más caseros, más domésticos, más íntimos y, por tanto, más trágica y directamente dolorosos.

Por causa de lo dicho anteriormente, solo por querer cubrir las necesidades básicas del hogar, muchos hombres se convierten en esclavos del trabajo. Una esclavitud contemporánea, disfrazada, "presentable". Pero el materialismo también hace esclavos del trabajo a quienes teniendo lo suficiente entran en una carrera desenfrenada por alcanzar un nuevo estatus económico o social. Al final, no se trata de mejorar el nivel de vida, por la sencilla razón que esa buena nueva vida nunca llega. Lo que llegan son nuevas deudas, nuevos compromisos, nuevos títulos, nuevas responsabilidades, y quizá más vanidad, más orgullo, más presunción, más comodidad y una satisfacción artificial que nada tiene que ver con un mejor nivel de vida, ni muchos menos con haber crecido como persona.

El hombre está esclavo del trabajo y si la mujer tiene que trabajar fuera queda exhausta con las otras responsabilidades de la casa o frustrada por no poder atender directamente a la familia. No llegar al mínimo aceptable en la decoración y manutención de la casa es otra causa de frustración. Y aun si se llegó al mínimo aceptable siempre queda la sensación de que faltaría algo más. Además, ya se ven en la televisión y en las revistas los nuevos electrodomésticos, los nuevos muebles, los adornos, las pantallas, etc.


UNA CARRERA SIN FIN


No hay fin a la carrera del "cosismo" y el consumismo. Pero la frustración no queda en la pareja, también los hijos están totalmente imbuidos del espíritu materialista y hedonista de la época en una versión 3.0 de última generación y con gps incorporado. Ellos también están insatisfechos, con ellos mismos, con la sociedad y claro, sobre todo con los padres que no los comprenden, que "nunca" les dan algo, y que son unos egoístas, retrógrados y pasados de moda...

La espiral de la insatisfacción y de las mutuas recriminaciones ha llegado para quedarse en la familia, todos son culpables a los ojos del otro... ¿Hay alguien que disfrute de este tipo de vida? ¿quiénes son los que realmente se benefician de esta pasión por lo innecesario, lo superfluo y lo banal? Y lo peor, ¿qué es lo que estamos perdiendo en la carrera? Perdiendo por nada, perdiendo para siempre, perdiendo lo realmente valioso...


LA PÉRDIDA


Lamento mil veces por todo lo perdido gracias a este sinsentido, o mejor, contrasentido... buscar la vida de una manera materialista, consumista y hedonista no es más que perderla... Querer estar a la altura de un nivel de vida artificial, es perder lo natural y sobrenatural que te da la verdadera vida. He visto con amargura cómo se pierde el amor, la amistad, la salud, la paz, la alegría, el equilibrio, el respeto, la vida... por tratar de "ganarse la vida" o "escalar en una nueva posición".

Y son millones de seres humanos los que mueren un poco o mucho más cada día por la ambición de otros o por su propia ambición. No por una vejez natural, sino por una vejez prematura, impuesta, por el maldito materialismo. Estar al día con el "último grito de la moda" se ha convertido en uno de los más importantes valores de las sociedades actuales, aun a expensas de las grandes multitudes explotadas o abandonadas al hambre, a la guerra, a la miseria, o a la marginación, con gritos y gemidos más importantes que los de la moda.

No estar imbuido de este espíritu hedonista y materialista se ha convertido en un pecado social. En nuestro tiempo tendríamos que juzgar al mismo Jesús por ser un obrero o carpintero y no haberse convertido en ingeniero o arquitecto. Tendríamos que condenarlo por no haber aprovechado la oportunidad cuando la multitud quiso hacerlo rey. Se lo menospreciaría aunque haya sido fiel a sus principios y a su misión, porque eso no cuenta ni para propios ni para extraños. No es que se quiera hacer una apología a la inercia, a la dejadez o al conformismo, pero una buena dosis del espíritu franciscano debe ser una de las más grandes necesidades de nuestro tiempo.


CURARSE DE LA FIEBRE DEL ORO


Qué importante es "curarse de la fiebre del oro" y aprender a apreciar lo que no se puede comprar pero que es más valioso que todo lo que hoy se busca. Disfrutar de una casa sencilla, de una buena conversación, de la compañía de nuestros familiares, de la atención a los más necesitados de nuestra comunidad, de una caricia, de una melodía, de bailar, de reírse, de una comida casera, de una taza de café, de un amanecer y de un atardecer, de un encuentro sexual intenso, cariñoso y sin apuros, de una caminata, del campo y la playa, de una charla filosófica sin imposiciones, de jugar con los niños y los ancianos, de pintar, de cantar a viva voz, de preparar un presente, de soñar despiertos con un mundo mejor, de planificar a largo plazo, de un buen libro, y por último, solo de contemplarnos frente a frente... ¿se te ocurren muchas cosas más...? Eso es la vida... No se excluyen los grandes proyectos, pero, si son grandes, su base y su meta no son materiales, son trascendentes aunque requieran de economía. 

Definitivamente, el materialismo tiene gran parte de culpa en el menosprecio de la esposa al esposo, de los hijos a los padres, de la gente de un nivel económico superior a la de un nivel económico inferior, y viceversa, en todos estos casos... Y se pierde el valor de los sentimientos, de las riquezas humanas y espirituales, de los gestos y de las acciones mínimas y máximas que no tienen nada que ver con lo material. Ya no se trata de apreciar un gesto o una actividad, ya no se trata del valor, ahora se trata del precio. Ni siquiera se ve la utilidad, lo importante es la marca... Esas actitudes frutos del materialismo, el cosismo y el consumismo, arruinan todo lo bueno y dulce que puede tener y compartir una persona. Y mucha gente no se da cuenta cómo arruinan sus vidas, sus relaciones, y mil oportunidades de ser feliz y de hacer feliz a otros solo por lo insconscientemente enraizado que está el materialismo en las mentes y corazones de las personas de nuestro tiempo, carcomiéndolo todo, contaminándolo todo, sin que se logre desenmascararlo.


UN CAMBIO DE MIRADA


No debemos centrar todo en las cosas materiales, debemos tener una mirada más integral, holística, y valorar las diferentes facetas de la vida, tanto en lo individual, como en la vida de pareja, familia y comunidad. Lo material no lo es todo, hay que cultivar lo espiritual, emocional, intelectual, sexual, social, etc. según sea el caso. Pero no hay que desanimarse ni bajar la guardia. Hay que sembrar con gestos, hechos y palabras. Hay que aprender a valorar cada cosa buena que nos llega. Dejar de ver el precio y la etiqueta, y comenzar a apreciar el costo para el otro, el valor y el significado. Quizá hay que hacer como Gandhi que abandonó las ropas europeas y comenzó a tejerse su propia ropa. Quizá haya que dejar de preparar regalos sacados de las revistas consumistas y regalar de lo hecho con nuestras propias manos e imaginación.

Sea cual fuere la respuesta al materialismo, debemos volver a valorar lo humano y lo divino, lo natural y lo sobrenatural, y poner en su sitio a lo material y lo artificial.

Dejar de ser embajadores y víctimas del consumo y convertirnos en apreciadores y valoradores de lo realmente bueno y trascendente. Mirar a las personas y a las cosas con una nueva mirada, con un nuevo disfrute, rescatando la esencia de todo lo que es mejor que las marcas y los eslogan de moda.

Quizá parezca una lucha quijotesca, pero quizá con esa lucha rescatemos el corazón, la vida y el espíritu de nuestros hijos y de nuestro lugar.




PARA LA NECESARIA CONVIVENCIA

Uno de los grandes retos que tenemos, en cualquier contexto, es aprender a convivir. Sea la familia, el centro de labores, el club, la iglesia, etc. necesitamos los valores y las habilidades necesarias para poder disfrutar de relaciones sanas, fluidas, beneficiosas y hasta placenteras.


Pero cuales son estos valores, habilidades y actitudes. Supongo que todos. Todo lo que hasta el momento hayamos aprendido o podamos aprender para ser mejores seres humanos nos ayudará a ser mejores interlocutores, camaradas, compañeros, amigos, socios, etc.

Ya que comentar todas estas características sería demasiado largo, intentaré resumir señalando las más importantes.


EL AMOR A UNO MISMO


Lo primero que se me viene a la mente, evidentemente, es el amor. Como bien dijo Jesús, y reafirma la psicología: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. El amor es la única base sólida que nos permite ser y hacer positivamente. Primero, amor a uno mismo, quien no se conoce, respeta, valora, gusta, aprecia, etc. es imposible que ame a otro.

A veces, damos por sentado que nos amamos, pero las actitudes y comportamientos que tenemos con nosotros mismos delatan que no es así, y que el amarse a uno mismo no es tan fácil. Si detectamos una insatisfacción constante, autorecriminaciones, autocríticas negativas, dejadez, descuido personal en algún área de nuestro ser o nuestra vida, seguramente podremos encontrar que no nos amamos o por lo menos no nos amamos lo suficiente o no nos amamos sanamente.

Si es que nuestra convivencia con otras personas se está haciendo difícil, es en este punto, del amor a uno mismo, del autoconocimiento y de la autoestima en el que tenemos que buscar primero para poder tener una buena base para nuestras relaciones.


EL AMOR AL OTRO


El paso siguiente es el amor al otro. Sabemos que una de las características de nuestro tiempo es el egoísmo, el egocentrismo y el materialismo. Una vez más, muchas veces damos por sentado que amamos a la gente, y seguramente no queremos dañar a nadie voluntariamente, pero de ahí a amar es otro cantar.

Más aun si reflexionamos en el reto de Jesús de “amar a nuestros enemigos” (no solo a nuestros familiares y amigos), entonces la cosa se complica demasiado. Pero el reto está puesto. Y solo tenemos que ver la situación de la gente en las ciudades o entre los pueblos y nos daremos cuenta que hay un grado de violencia, odio y crímenes que nos hacen pensar que el reto de Jesús no es un discurso más, sino la necesidad de nuestros tiempos y de la vida humana a través de la historia. Robos, raptos, parricidios, guerras, genocidios, y otros, se han convertido en la noticia diaria que empieza a insensibilizarnos, agravando nuestra situación.

Entonces, necesitamos aprender a amar al otro, necesitamos que ese amor al prójimo deje de ser una doctrina o un buen deseo y se convierta en un desafío personal, sentido, prácticamente en una misión de vida qué experimentar, mejorar y enseñar a nuestros hijos y discípulos.


VALORAR NUESTRAS DIFERENCIAS


Uno de los desafíos en este sentido es aprender a valorar nuestras diferencias. Muchas veces, nuestras diferencias nos traen temor, desconfianza, suspicacias, etc., pero necesitamos aprender a reconocer y aun valorar esas diferencias. Varones y mujeres, citadinos y campesinos, blancos y negros, orientales y occidentales, religiosos y no religiosos, etc. somos diferentes y tenemos que convivir en una familia, una oficina, un barrio, un evento, o cualquier otra situación.

Valorar las diferencias, en vez de temerlas, aprender a comunicarnos ejercitando una escucha activa que nos lleve al entendimiento para poder comprender, reconocer las diferencias así como las similitudes para poder establecer nuestros puntos de contacto, nuestras nuevas posibilidades y así mismo los puntos de conflicto a resolver autónomamente o con ayuda de terceros, debe ser parte constante de nuestra vivencia.

El esfuerzo de aprendizaje y adaptación que esto demanda no lo debemos ver como una carga, sino como uno de los aspectos normales de nuestra vida para poder crecer y lograr la tan ansiada convivencia pacífica, armónica, productiva, beneficiosa y placentera.

Vivir el amor, valorar la diferencia, mejorar nuestras habilidades de aprendizaje y comunicación, hacer el esfuerzo extra y aun experimentar el sacrificio voluntario son aspectos necesarios para la convivencia.

Hoy o mañana tendremos la experiencia de conocer a otro, o de tener una nueva experiencia con alguien ya conocido, inclusive esta situación se puede dar en un contexto conflictivo o crítico. Es en ese momento en el que perderemos la convivencia o podemos decidir aprovechar todo el arsenal de recursos espirituales, emocionales, intelectuales y técnicos para emprender una campaña de conocimiento y reconocimiento que nos lleve a un nuevo aprendizaje, a una nueva experiencia, a nuevas relaciones, y de esta manera a un mutuo enriquecimiento que tendrá como contexto una sana y alegre convivencia.  El camino no es fácil, pero es necesario y creo que es parte de la esencia de la vida humana.



SALIENDO DEL PANTANO

Las fauces del negativismo son insaciables, y dañan o destruyen la paz interior tanto como las relaciones. ¿A qué se debe que sea tan popular el negativismo?



EL PANTANO

¿Por qué parece que algunas personas se han quedado a vivir en ese pantano cenagoso?, ¿de dónde parte una actitud que no solo no ayuda, sino que complica las cosas?

Se pueden ensayar muchas respuestas. Gran parte de nuestras actitudes son aprendidas, por lo que, a veces, la respuesta está en la familia de origen, los niños copian las actitudes, valores y comportamientos de los padres. La mejor educación que podemos dar a nuestros hijos no es ponerlos en un gran colegio, es la de mejorar como personas y así transmitirles buenos patrones mentales.

Otras veces, la respuesta está en malas experiencias personales. Situaciones difíciles a las que se les ha dado una respuesta determinada que ha dejado una impronta que se queda como patrón o paradigma de conducta. Quedarse anclado a una experiencia negativa provoca un círculo vicioso que hace que se repitan más malas experiencias, que se pierdan nuevas oportunidades. Una mala experiencia no es una sentencia eterna de fracaso. Es solo una experiencia de la cual debemos tomar algún aprendizaje.


LA PERSONA

Muchas veces, muy relacionado con lo anterior, está la actitud de rendición. Una persona negativa renuncia a la esperanza, y prefiere permanecer en el pesimismo para así no tener que frustrarse nuevamente. Prefiere ir a lo seguro de su malestar que esperar una mejoría que tarda, o se pierde, y volver a frustrarse... Manteniéndose en el pesimismo no hay decepciones…

Si el negativismo es del tipo crítico o agresivo, pueda ser como respuesta a las situaciones mencionadas anteriormente, o como una estrategia aprendida para forzar resultados, para evitarse procesos. Podría ser que una actitud agresiva va a tener resultados inmediatos, pero a la vez va socavando la confianza o el clima emocional del grupo para el futuro. Algunos responderán con miedo, otros con la misma agresividad, así como habrá quienes se aparten y renuncien a la relación.

El negativismo, pesimista o agresivo, de todas las interpretaciones posibles, siempre va a escoger la peor, lo cual le causa malestar a la persona, y le impide disfrutar de los que le rodean…  Como se verá, el asunto del negativismo es algo que se puede observar en cualquier contexto; pareja, familia, centros de estudio, equipos u organizaciones. Y puede convertirse en un cáncer destructor o en un impedimento que nos limita el poder avanzar a un mejor nivel o mejores resultados.


LA SALIDA

Superar el negativismo implica varios esfuerzos. Demanda una autoreflexión sincera y profunda. Muchas veces tendrá que ser una reflexión compartida; vale decir, que muchas veces no podemos autoobservarnos y necesitaremos la colaboración de amigos y cercanos que nos provean de retroalimentación. Si esto no resulta, estaremos en la necesidad de recurrir a algún profesional, consejero, coach, psicoterapeuta, etc.

El primer cambio se da a nivel interno, cambiar patrones y paradigmas, esto nos permite ver la realidad de otra manera, aprender a amarse uno mismo, gestionar las emociones, cambiar actitudes, enfocarse en las soluciones, intereses y resultados, generar un interés genuino en las personas, ser empáticos, mejorar la disposición comunicativa y la capacidad de comunicación, tomar decisiones, implementar gestos, ritos, tomar acción sobre uno mismo y sobre ciertas situaciones de manera consistente, etc.

Es evidente que esta transformación no es automática, hay conductas muy arraigadas, es un proceso. Pero hay que iniciar desde el interior, y proyectarse positivamente hacia afuera, con una gran capacidad de resiliencia, de duelo por lo ya perdido, de esperanza por las nuevas semillas sembradas, que bien cultivadas, nos dan la seguridad de estar poniendo los cimientos de una nueva edificación mucho más sólida y satisfactoria.


EL ERROR

Un gran error es esperar que el cambio se inicie en el otro, o que nuestro avance dependa de otro, por un mal aplicado sentido de justicia o reciprocidad. Eso sería convertirse en dependiente. El cambio y el avance han de ser independientes, firmes ante las resistencias del contexto que nos podrían querer empujar hacia lo mismo o a lo peor.

Recordemos que quienes han tomado el negativismo como forma de vida quieren que los demás compartan su actitud y sentimiento, y se asombran o hasta se ofenden por quienes no actúan de la misma manera que ellos. Otros, solo caen en esa actitud de vez en cuando, y cuando ofenden, luego no saben cómo restaurarse, ni restaurar las relaciones. Así que no se debe ceder en este caso. Aun si tuviéramos alguna recaída, debemos restablecer la voluntad de cambio, sin contemplaciones hacia otros; a veces se aprende por ensayo y error.

Pensemos que no hay excusa, ni hay posibilidad de fracaso, cuando ponemos como derrotero nuestro esfuerzo en la mejora personal para una mayor calidad integral de vida (que no tiene su punto de apoyo en lo económico, aunque lo llegue a afectar en su momento), sino en lo mental y espiritual.

No hay persona, por muy experta o veterana que sea, que no se beneficie de pasar por un proceso de toma de consciencia, autoevaluación y mejoramiento. Tener la expectativa de generar una mejor versión de uno mismo debiera ser una de nuestras motivaciones constantes, que hacen la existencia más interesante, y nos encaminan en disfrutar la aventura del vivir.


¿CÓMO EMPEZAR?

Ya que el negativismo se alimenta de un malestar interior no gestionado, la angustia, la ansiedad, la depresión o el enojo, se puede empezar el cambio en este mismo instante con una sonrisa a la vida, estoy vivo y lo celebro. Cierro mis ojos, puedo hacer una gran respiración y poner la mano sobre el corazón, sentir los latidos, sentir el aire que entra y sale (intercambio vital, metáfora del intercambio con otros), la expansión de mi pecho, la sangre corre alimentando cada partícula de mi cuerpo.

Mis neuronas se activan y a la vez se sosiega mi mente, siento la paz. Puedo percibir sensaciones y sentimientos, sonrisa o lágrimas, es lo mismo en este momento, porque todo me dice que estoy vivo, y que este es un pasaje de mi vida que me reinicia, al tomar consciencia de mí mismo. Es un espacio que estoy separando para tener cuidado de mí mismo, para amarme, cuidarme y crecer. Lo disfruto todo el tiempo que sea necesario…

Luego, abro mis ojos y observo mi mundo, y aprecio a las personas y cosas que me rodean, he cambiado de mirada, a una mirada positiva, expectante, descubridora y benevolente, amorosa, tranquila.

Tarde o temprano tendré que enfrentar el ruido y las presiones, pero estaré mejor preparado para no reaccionar, sino responder fluidamente.

Quizá me atasque en algún momento, o hasta reciba un golpe injustificado, pero ahora tengo la energía para aprovecharlo, procesarlo, aprender, retomar el rumbo o redirigir el barco hacia la visión, la mejor versión de mí mismo… y cuando se me abra la puerta, colaborando también en la mejor versión de los demás…


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