domingo, 23 de febrero de 2020

MIS "YOES" Y YO, un diálogo intrapersonal necesario









Es interesante (y a veces desconcertante) cómo en un momento siento, pienso y actúo de una manera, y en otro momento todo cambia, y mi vida interna y mi proceder difieren de lo anterior y hasta parecen opuestos, o sea, pienso, siento y actúo de una manera muy diferente, ¿qué es lo que está pasando?


Al darse cuenta de esta realidad, algunas personas se preguntan si eso es bueno o normal. Si bien es cierto que hay algunas versiones patológicas de este fenómeno (en la esquizofrenia, en el trastorno de personalidad disociativa -personalidades múltiples-, o en el trastorno bipolar), debemos afirmar que desde la perspectiva de la psicología de "yoes" o subpersonalidades este fenómeno es totalmente normal.


Sin embargo, debemos aclarar que no siempre esta complejidad de nuestra personalidad se manifiesta de manera positiva o funcional, sino neurótica o disfuncional, y es ahí cuando surge la insatisfacción, la frustración, la incomprensión, las dudas y los conflictos intrapersonales e interpersonales.


¿Qué situaciones pueden afectarnos negativamente?


En relación a esta curiosa característica de nuestra psiquis, de nuestra personalidad (su configuración compuesta por muchas subpersonalidades), es posible que se den algunas situaciones que nos afecten. Ejemplo:

- No reconocer esta multiplicidad de subpersonalidades. Cuántas personas quedan confundidas por esta variabilidad de su mentalidad o conducta y eso les perturba, o perturba a las personas con las que conviven, trayendo confusión, incomprensión o conflictos, a veces severos.

- Fusionarse con una de las subpersonalidades como si fuera la única. Uno de los mayores problemas con las subpersonalidades es que nos apegamos a una de ellas de manera rígida, la cual domina nuestra vida, dándonos seguridad (zona de confort), pero haciéndonos perder flexibilidad mental y conductual, provocando respuestas disfuncionales en ciertas situaciones.

- Desconocer algunas de las subpersonalidades. Contrariamente al punto anterior, hay partes de nuestro ser que han quedado dormidas u ocultas (en la sombra o inconsciencia), sin que podamos reconocerlas ni aprovecharlas, perdiendo posibilidades de actuación o sorprendiéndonos su manifestación en momentos inadecuados o de formas constantes pero inconscientes.

- Que se manifieste inadecuadamente alguna de las subpersonalidades. Justamente, la importancia de la psicología de "yoes" es que podamos reconocer y aprovechar de manera funcional todas nuestras facetas o partes, regulando la participación de los diferentes personajes internos. O sea, que se manifiesten cuando deben hacerlo y de la manera e intensidad adecuadas, a su vez que desaparezcan cuando no necesitamos su concurso.

- Que no se manifieste una de nuestras subpersonalidades cuando la necesitamos. Que es lo que pasa cuando tenemos miedo o prejuicios en contra de uno de nuestros personajes y lo bloqueamos o limitamos (por traumas pasados, patrones familiares o culturales, etc.), perdiendo la influencia benéfica y necesaria de su accionar.

- La relación disfuncional entre una de nuestras subpersonalidades en relación a una subpersonalidad de otra persona. El conocimiento de nuestras subpersonalidades no solo nos ayuda a una mejor autogestión, sino que colabora en la comunicación, relación, influencia y liderazgo sobre otras personas. Cuando hay muchos conflictos con otra persona (juegos psicológicos) seguramente no se están relacionando bien algunas de nuestras subpersonalidades, porque deberían estar participando otras o porque deberían manifestarse de diferente manera.


¿Qué hacer?


Tenemos una riqueza interior que podemos y debemos aprovechar sanamente. Para esto es necesario lograr ciertos objetivos y mantener una funcionalidad dinámica.

- Centrarnos en nuestro self, sí mismo o yo (llamado superior, observador, consciente o contexto). Es esa parte de nosotros que no cambia, la que dice "yo", así pensemos en lo que vivimos de niños, de jóvenes o lo que estamos experimentando en este mismo momento. Hemos podido vivir muchas cosas, diferentes, y hemos podido cambiar en muchos aspectos, pero siempre podemos decir "yo". Ese Yo permanente, es el que debe situarse en una posición de observador, para poder cumplir un rol regulador, director, coordinador, de los otros "yoes".

- Reconocer cada una de nuestras subpersonalidades. Nuestro autoconocimiento y autoestima consiste en conocer bien cada una de nuestras partes, los diferentes personajes que nos componen, y ejercer aceptación, valoración y reconocimiento genuinos. Poder describirlos, darnos cuenta cómo se manifiestan, en qué momento se activan, qué quieren, qué temen, etc. Inclusive se recomienda que los etiquetemos por su característica principal (yo crítico, yo sensible, yo servicial, yo amoroso, etc.) o que les pongamos algún nombre alusivo con el cual los identifiquemos en el momento que surgen, y para que sepamos invocarlos en el momento que necesitamos su aparición.

- Activar la subpersonalidad en el momento adecuado. Cuando nos ejercitamos en los puntos anteriores, tendremos la capacidad de encarnar el personaje que queremos en el momento que lo necesitamos, priorizando los valores que sostiene, y manifestando su intelectualidad, emocionalidad, actitudes y comportamientos, particulares.

- Gestionar las subpersonalidades. Lo que hay que ir aprendiendo en el camino es modular la  manifestación de cada uno de esos personajes, definiendo las diferentes intensidades y los diversos roles que pueden cumplir según la necesidad del aquí y ahora, basados en nuestros valores y proyecto de vida. Y desarrollando la flexibilidad para pasar de un personaje a otro según sea más funcional con la situación.

- Integrar subpersonalidades: Esta gestión va a armonizar la participación de nuestras diferentes partes o "yoes", va a equilibrar nuestras polaridades, y a coordinar y dinamizar el concurso de varias subpersonalidades a la vez, según los propósitos que tengamos en cada momento.


¿Cómo hacerlo?


Para lograr estos objetivos de manera continua y solvente necesitamos cumplir con ciertas tareas:

- Desarrollar la consciencia plena de nuestro mundo interno; pensamientos, sentimientos, emociones, ideas, imágenes, recuerdos, etc., así como de nuestras sensaciones, sentires, dolores, percepciones, etc. Pues cada una de estas manifestaciones es la voz emergente de nuestros personajes, que está comunicándose, para que nos hagamos conscientes de algo.

- Nombrar y describir cada una de nuestras subpersonalidades. El autoconocimiento ha de ir fijándose y profundizándose, por lo que es bueno dar un nombre y descripción, de cada uno de nuestros personajes, reconociendo los roles que cumple en nuestra vida, para ir modulando, gestionando, su influencia.

- Potenciar cada una de nuestras subpersonalidades con diferentes actividades. Hay partes de nosotros que pueden estar heridas, descontroladas, relegadas, rechazadas, sobredimensionadas, etc. Por lo que es tan importante, partiendo de nuestro Yo superior o consciente, restaurarlas, canalizarlas, fortalecerlas, flexibilizarlas, etc. Lo que a veces producirá que vayamos cambiando su nombre y descripción a lo largo del tiempo. Por lo que todas estas tareas se vuelven permanentes, y se van renovando constantemente. Conocer diferentes personas y contextos, así como participar de diversas actividades y tareas, es muy importante para esta potenciación de las diferentes subpersonalidades. Cuando conozco a otras personas o actividades, no solo conozco más de ellas sino de mí mismo, y me desarrollo más y mejor.

- Dialogar con nuestras subpersonalidades. El proceso que se da para el logro de estas tareas es un proceso expresivo, dialógico, conversacional, creativo, sincero, amable, compasivo, tierno, curioso, sensible, etc. a través del cual nos mostramos amor de manera práctica y efectiva a nosotros mismos. Lo que, a su vez, nos capacita, como un entrenamiento exhaustivo, para luego tratar a otras personas en sus diferentes manifestaciones y momentos, con el mismo cuidado y sensibilidad que vamos desarrollando con nosotros mismos.

- Reconocer las subpersonalidades de otras personas y aprender a dialogar con ellas. De esta manera, aprendiendo de lo anterior, nos convertimos también en agentes de renovación y restauración de otras personas que comenzarán a reconocerse y valorarse en sus diferentes facetas al considerar nuestro trato sincero y amoroso hacia ellas.



Los Beneficios


Sabemos que este no es un trabajo fácil ni rápido, aunque se pueden observar beneficios y resultados desde los primeros pasos. Sin embargo, la perseverancia en la buena actitud y el buen diálogo trae muchísimos beneficios que podríamos resumir en poder:

- Entender y comprender nuestras múltiples heridas y fortalezas, así como los aspectos positivos y  negativos de nuestra personalidad, de una manera muy sensible, cuidadosa y progresiva.

- Saber responder fluidamente al devenir, estando presente en el aquí y ahora.

- Enriquecer la personalidad y la performance individual, ampliando los recursos.

- Superar una perspectiva patologizante de nuestras vivencias psíquicas y conductuales.

- Aprovechar todo el caudal de vivencias (pensamientos, ideas, emociones, sentimientos, actitudes, recuerdos, patrones, conductas, reacciones, sueños, etc.) que vamos experimentando en el día a día.

- Entender y comprender las diferentes manifestaciones de nuestros interlocutores, lo cual mejora la comunicación, las relaciones y la cooperación.

- Respetar y valorar a las personas de manera integral, reconociendo su integralidad y diversidad.

- Colaborar en el autoconocimiento y flexibilidad de las personas.


El ser humano es un ser complejo, lleno de sorpresas, cada ser humano es único y se merece respeto y consideración. Hemos llegado a ser como somos por diferentes voluntades y circunstancias, positivas y negativas, y el llegar a tomar consciencia de cómo estamos configurados, de cada una de nuestras partes, inclusive las que ahora consideramos como negativas, una vez sanadas y gestionadas se convierten en una riqueza que acrecienta nuestro potencial e influencia positiva.

El reto es iniciar este maravilloso descubrimiento, y no terminarlo nunca, pues podemos seguir creciendo y transformándonos, autodiseñándonos de manera sana, creativa y amorosa hasta alcanzar nuestro máximo potencial.


¡ Que en este viaje de descubrimiento disfrutes del diálogo amoroso y liberador con cada uno de tus personajes, disfrutando asimismo la complejidad de cada otro que aparezca en el camino !



lunes, 10 de febrero de 2020

¡NO TOQUES MI HERIDA!


¿Por qué tanto sufrimiento? Es evidente que hay un aspecto trascendental por el cual parte de la vida humana tiene un elemento doloroso y hasta trágico, el problema del mal, que podríamos analizarlo filosófica y teológicamente. Pero podemos precisar mejor la pregunta, ¿por qué tanto sufrimiento innecesario? En este sentido, quisiera que consideremos el tema desde la perspectiva psicológica.

¡No toques mi herida!, como dicen muchas veces los niños después de una caída, de un raspón sangrante, cuando los padres o maestros quieren auxiliarlos, para limpiar la herida, poner algo de sulfa o aun vendarla, si fuere necesario.

Sin embargo, por más cuidado que ponga el adulto, esta área física que ha quedado sensible se quiere mantener intocable por parte del niño, ¿por qué? por no volver a sentir el dolor.


Evidentemente, hay heridas que sanan prácticamente solas, y no hay necesidad de mucho tratamiento. Por el contrario, otras, si no se tratan pueden complicarse, incluso putrefactarse y provocar un dolor y hasta un mal mayor.

De la misma manera, muchas veces, las personas no están dispuestas a trabajar sobre sus problemas psicológicos, emocionales, existenciales. Y curiosa, y tristemente, aunque no nos demos cuenta, terminamos sufriendo más, o complicándonos la vida; viviendo, seguramente, para diseñar dos posibles "artefactos"; un parche que proteja y oculte la herida, o un marco para presentarla y obtener ciertas "ganancias o beneficios" de esa llamativa "escena dramática" como si fuera una "obra de arte" en exhibición.

Sea una u otra salida (escape), no nos permite superar la herida, no nos permite gestionar la situación (la del pasado no se puede porque ya pasó, la presente podría tener un aspecto interno -pensamientos, sensaciones, sentimientos, imágenes, etc. que hay que procesar, gestionar- o externo -acciones inadecuadas qué corregir, o adecuadas que poner en práctica-). Por tanto, no se trata de esconder la herida ni de promocionarla, sino de sanarla o de gestionar la nueva situación después del evento doloroso.

Es interesante la gran cantidad de acciones evitativas o mecanismos de defensa que puede utilizar una persona para no trabajar con su herida: negación, minimización, desvaloración, proyección, etc. o abuso de el alcohol, las drogas, el sexo, los medicamentos, el apego, etc. Todas estas situaciones y reacciones no son gratuitas, nos están señalando que de manera consciente o inconsciente la persona está tratando de ocultar o compensar su realidad interna, en vez de trabajar sobre sí misma.

Si escoge el camino de la exhibición de su herida, mal o malestar, está utilizando su problema como medio para conseguir atención o una ayuda que no le permite madurar sino que lo mantiene en la dependencia o la manipulación (juegos psicológicos).

Pero reflexionemos en todas las cosas que uno se pierde por vivir evitando (miedo a hablar en público, a las relaciones, a ciertas experiencias o aprendizajes, etc.), o las complicaciones que se acarrea por querer manipular (caprichos, berrinches, críticas, exigencias, obligación a que se cumpla con nuestras expectativas, etc.) a otras personas (sea padres, hermanos, cónyuge, hijos, amigos, empleados, etc.).

El problema con estas respuestas es que nos desvían de nuestros sanos objetivos, nos inducen a comportamientos negativos, provocan que abandonemos nuestros valores, nos conflictúan con nuestros semejantes, o hacen que nos equivoquemos en nuestras verdaderas metas, retrasando la madurez, el aprendizaje del autoapoyo y el desarrollo de habilidades sanas y funcionales de convivencia.

¿Qué hacer?


De lo sucedido en el pasado debemos aprovechar los buenos recuerdos y recordar los aprendizajes. Por lo demás, debemos ocuparnos en la gestión de nuestra mente de las maneras más variadas y adecuadas que podamos crear.

A veces, los diferentes aspectos del trabajo interior, pueden parecer como una herida que hay que curar, o un músculo que debemos fortalecer, o una habilidad a adquirir, o quizá una nueva perspectiva desde la cual mirar, o un alimento que incluir en nuestra dieta, etc. Así es como cobra un nuevo sentido nuestra imaginación, inteligencia y creatividad, así como nuestras actitudes, valores, acciones, decisiones, aprendizajes, perspectivas, etc.

Por eso hay que diagnosticar bien para definir la medicina, el alimento, el ejercicio o el aprendizaje que debemos adoptar, y diseñar las mejores estrategias para lograrlo (dependiendo del caso, un buen amigo, un consejero, un coach o un terapeuta nos pueden acompañar, facilitando este proceso, como un buen compañero de viaje).

¿Qué no hacer?


Lo que nunca hay que hacer es evitar el trabajo o tratamiento por no tocar la herida, lo cual la mantendría en "carne viva" (y nos podemos dar cuenta que hay algo que arreglar porque nos volvemos susceptibles, con reacciones sorpresivas, inadecuadas, irracionales, disfuncionales, conflictivas, etc. que complican las relaciones y crean más conflictos o problemas, internos y externos) o en estado de descomposición, empeorándonos (a veces haciéndonos insensibles o autoadormeciéndonos con pensamientos irracionales o utilización de drogas o alcohol, así como medicación, que a la postre es negativa por lo costosa, adictiva o por sus efectos colaterales).

La actitud evasiva es la que hace que abandonemos muchos de nuestros valores, nuestra vocación, visión y misión personal, y que los reemplacemos con pobres sucedáneos, o excesos, de trabajo, apegos, substancias, placeres, poder, fama, etc. Quizá mantengamos algunos valores y acciones positivas, pero dejemos otras, o nos polaricemos hacia una tendencia de manera no saludable o exagerada (como cuando hay personas que hacen muy buenas obras para ayudar a otros -lo cual les da una muy buena excusa o justificación- pero se descuidan de sí mismas o automaltratan, mostrando un desequilibrio o desarmonía personal, a veces incomprensible para los demás, por lo contradictorio o incongruente).

Pensemos también que, muchas veces, no realizamos el necesario trabajo interior que deberíamos considerar como normal, porque hay muchos prejuicios contra el trabajo mental, o por taras culturales, por creencias limitantes, por pereza, por miedo, por normalizar conductas disfuncionales (nos acostumbramos a maneras insanas de vivir), por economía (sin darnos cuenta que el no pedir ayuda de un profesional en su debido momento puede luego acarrear mayores males y mayores gastos, aparte de todo lo que se pierde en el tiempo, relaciones, oportunidades, buenos momentos, etc.).

¿Cómo se logra?


La toma de consciencia, la capacidad de aceptación y resiliencia, una mirada más compasiva hacia nosotros y los demás (con actitud curiosa y de aprendizaje), la reinterpretación de nuestra historia, hacia la mejora de nuestro autoconocimiento y autoestima, pero sin estancarnos en el ayer, sino conscientes de poder avanzar, superarnos, recrearnos, autodiseñarnos, como un trabajo de exploración y a la vez de proyección hacia nuevos horizontes, hasta alcanzar una nueva flexibilidad que nos permita más opciones de acción, es lo que debemos lograr en una buena gestión de nuestro ser, superando las heridas del ayer.

Respecto a todo lo que surja en nuestro interior (pensamientos, imágenes, sensaciones, recuerdos, sueños, emociones, etc.), no debemos tenerle miedo, no evitarlo, no rehuirlo; podemos tomarlo como la expresión de una parte de nosotros que necesita revelarse, confesarse, sincerarse, en un diálogo intrapersonal con otra de nuestras partes, ante la mirada atenta y serena de nuestro yo observador (que no evita, no teme, no huye), que como mediador, cataliza este diálogo hacia el entendimiento, la comprensión, la aceptación, la valoración, el autodescubrimiento, la creatividad, las opciones, la complementación, el equilibrio, la armonía, la potenciación, la integración de las polaridades, etc.

Cuando te veas evitando algún pensamiento, sentimiento o situación, o cuando detectes una actitud o conducta negativa o disfuncional, que crea malestar, no la justifiques, sino reflexiona qué resultados y consecuencias te trae esta evitación o conducta (qué es lo que te ha hecho perder y lo que no te ha permitido aprovechar), y reconsidera, más bien, qué es lo que podrías aprender de ciertas personas, situaciones y cosas internas o externas, a qué nuevas perspectivas, actitudes, habilidades y acciones te reta.


No se trata de manosear la herida, ni de ocultarla, ni de exhibirla, se trata de procesarla, de gestionar el fluir de imágenes, emociones, pensamientos, recuerdos, sensaciones, etc. y rediseñar una nueva estructura de la experiencia, haciéndola funcional, positiva y benéfica. Es una oportunidad de aplicar los valores con uno mismo, con nuestros semejantes y con todo nuestro contexto, canalizándolo todo con amor, compasión y creatividad, haciéndonos más flexibles, rescatando, aprovechando, integrando y dosificando cada parte de nosotros, ensayando la novedad viviendo (y conviviendo en) el presente, desde el aquí y el ahora.


¡Acepta el desafío, saborea el instante, 

aprovecha las oportunidades y crece!



Datos personales