miércoles, 2 de enero de 2019

PARA LA NECESARIA CONVIVENCIA

Uno de los grandes retos que tenemos, en cualquier contexto, es aprender a convivir. Sea la familia, el centro de labores, el club, la iglesia, etc. necesitamos los valores y las habilidades necesarias para poder disfrutar de relaciones sanas, fluidas, beneficiosas y hasta placenteras.


Pero cuales son estos valores, habilidades y actitudes. Supongo que todos. Todo lo que hasta el momento hayamos aprendido o podamos aprender para ser mejores seres humanos nos ayudará a ser mejores interlocutores, camaradas, compañeros, amigos, socios, etc.

Ya que comentar todas estas características sería demasiado largo, intentaré resumir señalando las más importantes.


EL AMOR A UNO MISMO


Lo primero que se me viene a la mente, evidentemente, es el amor. Como bien dijo Jesús, y reafirma la psicología: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. El amor es la única base sólida que nos permite ser y hacer positivamente. Primero, amor a uno mismo, quien no se conoce, respeta, valora, gusta, aprecia, etc. es imposible que ame a otro.

A veces, damos por sentado que nos amamos, pero las actitudes y comportamientos que tenemos con nosotros mismos delatan que no es así, y que el amarse a uno mismo no es tan fácil. Si detectamos una insatisfacción constante, autorecriminaciones, autocríticas negativas, dejadez, descuido personal en algún área de nuestro ser o nuestra vida, seguramente podremos encontrar que no nos amamos o por lo menos no nos amamos lo suficiente o no nos amamos sanamente.

Si es que nuestra convivencia con otras personas se está haciendo difícil, es en este punto, del amor a uno mismo, del autoconocimiento y de la autoestima en el que tenemos que buscar primero para poder tener una buena base para nuestras relaciones.


EL AMOR AL OTRO


El paso siguiente es el amor al otro. Sabemos que una de las características de nuestro tiempo es el egoísmo, el egocentrismo y el materialismo. Una vez más, muchas veces damos por sentado que amamos a la gente, y seguramente no queremos dañar a nadie voluntariamente, pero de ahí a amar es otro cantar.

Más aun si reflexionamos en el reto de Jesús de “amar a nuestros enemigos” (no solo a nuestros familiares y amigos), entonces la cosa se complica demasiado. Pero el reto está puesto. Y solo tenemos que ver la situación de la gente en las ciudades o entre los pueblos y nos daremos cuenta que hay un grado de violencia, odio y crímenes que nos hacen pensar que el reto de Jesús no es un discurso más, sino la necesidad de nuestros tiempos y de la vida humana a través de la historia. Robos, raptos, parricidios, guerras, genocidios, y otros, se han convertido en la noticia diaria que empieza a insensibilizarnos, agravando nuestra situación.

Entonces, necesitamos aprender a amar al otro, necesitamos que ese amor al prójimo deje de ser una doctrina o un buen deseo y se convierta en un desafío personal, sentido, prácticamente en una misión de vida qué experimentar, mejorar y enseñar a nuestros hijos y discípulos.


VALORAR NUESTRAS DIFERENCIAS


Uno de los desafíos en este sentido es aprender a valorar nuestras diferencias. Muchas veces, nuestras diferencias nos traen temor, desconfianza, suspicacias, etc., pero necesitamos aprender a reconocer y aun valorar esas diferencias. Varones y mujeres, citadinos y campesinos, blancos y negros, orientales y occidentales, religiosos y no religiosos, etc. somos diferentes y tenemos que convivir en una familia, una oficina, un barrio, un evento, o cualquier otra situación.

Valorar las diferencias, en vez de temerlas, aprender a comunicarnos ejercitando una escucha activa que nos lleve al entendimiento para poder comprender, reconocer las diferencias así como las similitudes para poder establecer nuestros puntos de contacto, nuestras nuevas posibilidades y así mismo los puntos de conflicto a resolver autónomamente o con ayuda de terceros, debe ser parte constante de nuestra vivencia.

El esfuerzo de aprendizaje y adaptación que esto demanda no lo debemos ver como una carga, sino como uno de los aspectos normales de nuestra vida para poder crecer y lograr la tan ansiada convivencia pacífica, armónica, productiva, beneficiosa y placentera.

Vivir el amor, valorar la diferencia, mejorar nuestras habilidades de aprendizaje y comunicación, hacer el esfuerzo extra y aun experimentar el sacrificio voluntario son aspectos necesarios para la convivencia.

Hoy o mañana tendremos la experiencia de conocer a otro, o de tener una nueva experiencia con alguien ya conocido, inclusive esta situación se puede dar en un contexto conflictivo o crítico. Es en ese momento en el que perderemos la convivencia o podemos decidir aprovechar todo el arsenal de recursos espirituales, emocionales, intelectuales y técnicos para emprender una campaña de conocimiento y reconocimiento que nos lleve a un nuevo aprendizaje, a una nueva experiencia, a nuevas relaciones, y de esta manera a un mutuo enriquecimiento que tendrá como contexto una sana y alegre convivencia.  El camino no es fácil, pero es necesario y creo que es parte de la esencia de la vida humana.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales