miércoles, 2 de enero de 2019

MATERIALISMO DESTRUCTIVO


AUNQUE NO NOS CONSIDEREMOS MATERIALISTAS, EL MATERIALISMO DOMINA MUCHAS DE NUESTRAS ACTITUDES Y DECISIONES PERSONALES Y ES UNO DE LOS CAUSANTES DE LA INSATISFACCIÓN PERSONAL Y LA INJUSTICIA SOCIAL

Cuando pensamos en el materialismo recordamos, a veces, todo el debate filosófico y político al respecto. En el primero, una serie de elucubraciones y especulaciones; en el segundo, una serie de pugnas y hasta terribles batallas metafóricas y reales.


EFECTOS CATASTRÓFICOS


Pero ante tantas referencias teóricas e históricas, muchas veces olvidamos los efectos o consecuencias prácticas y cotidianas del materialismo.¿Qué hace el materialismo en nuestras vidas cotidianas? Los efectos son catastróficos. Y sin embargo, vivimos aceptando las prerrogativas del materialismo, prácticamente sin cuestionarlas. Aceptamos sus demandas como absolutas. Y de esa manera una vorágine de insatisfacción y de sufrimiento se apodera de nuestras vidas.

En primer lugar, es el materialismo de los poderosos, sean países, empresas o líderes los que le dan un carácter global a la injustica, a las diferencias extremas, a la marginación. La codicia y la avaricia pareciera que hubieran escapado a la conciencia y a la sanción social. La injusticia legalmente autorizada, si no promovida, se desarrolla con una impunidad aberrante. Los estados, las instituciones y hasta los sectores religiosos no se escapan a esta plaga. Las reflexiones a este fenómeno podrán dar lugar a sendas explicaciones y hasta justificaciones pragmáticas. No comentaré al respecto. Pero sí quisiera señalar otros efectos más caseros, más domésticos, más íntimos y, por tanto, más trágica y directamente dolorosos.

Por causa de lo dicho anteriormente, solo por querer cubrir las necesidades básicas del hogar, muchos hombres se convierten en esclavos del trabajo. Una esclavitud contemporánea, disfrazada, "presentable". Pero el materialismo también hace esclavos del trabajo a quienes teniendo lo suficiente entran en una carrera desenfrenada por alcanzar un nuevo estatus económico o social. Al final, no se trata de mejorar el nivel de vida, por la sencilla razón que esa buena nueva vida nunca llega. Lo que llegan son nuevas deudas, nuevos compromisos, nuevos títulos, nuevas responsabilidades, y quizá más vanidad, más orgullo, más presunción, más comodidad y una satisfacción artificial que nada tiene que ver con un mejor nivel de vida, ni muchos menos con haber crecido como persona.

El hombre está esclavo del trabajo y si la mujer tiene que trabajar fuera queda exhausta con las otras responsabilidades de la casa o frustrada por no poder atender directamente a la familia. No llegar al mínimo aceptable en la decoración y manutención de la casa es otra causa de frustración. Y aun si se llegó al mínimo aceptable siempre queda la sensación de que faltaría algo más. Además, ya se ven en la televisión y en las revistas los nuevos electrodomésticos, los nuevos muebles, los adornos, las pantallas, etc.


UNA CARRERA SIN FIN


No hay fin a la carrera del "cosismo" y el consumismo. Pero la frustración no queda en la pareja, también los hijos están totalmente imbuidos del espíritu materialista y hedonista de la época en una versión 3.0 de última generación y con gps incorporado. Ellos también están insatisfechos, con ellos mismos, con la sociedad y claro, sobre todo con los padres que no los comprenden, que "nunca" les dan algo, y que son unos egoístas, retrógrados y pasados de moda...

La espiral de la insatisfacción y de las mutuas recriminaciones ha llegado para quedarse en la familia, todos son culpables a los ojos del otro... ¿Hay alguien que disfrute de este tipo de vida? ¿quiénes son los que realmente se benefician de esta pasión por lo innecesario, lo superfluo y lo banal? Y lo peor, ¿qué es lo que estamos perdiendo en la carrera? Perdiendo por nada, perdiendo para siempre, perdiendo lo realmente valioso...


LA PÉRDIDA


Lamento mil veces por todo lo perdido gracias a este sinsentido, o mejor, contrasentido... buscar la vida de una manera materialista, consumista y hedonista no es más que perderla... Querer estar a la altura de un nivel de vida artificial, es perder lo natural y sobrenatural que te da la verdadera vida. He visto con amargura cómo se pierde el amor, la amistad, la salud, la paz, la alegría, el equilibrio, el respeto, la vida... por tratar de "ganarse la vida" o "escalar en una nueva posición".

Y son millones de seres humanos los que mueren un poco o mucho más cada día por la ambición de otros o por su propia ambición. No por una vejez natural, sino por una vejez prematura, impuesta, por el maldito materialismo. Estar al día con el "último grito de la moda" se ha convertido en uno de los más importantes valores de las sociedades actuales, aun a expensas de las grandes multitudes explotadas o abandonadas al hambre, a la guerra, a la miseria, o a la marginación, con gritos y gemidos más importantes que los de la moda.

No estar imbuido de este espíritu hedonista y materialista se ha convertido en un pecado social. En nuestro tiempo tendríamos que juzgar al mismo Jesús por ser un obrero o carpintero y no haberse convertido en ingeniero o arquitecto. Tendríamos que condenarlo por no haber aprovechado la oportunidad cuando la multitud quiso hacerlo rey. Se lo menospreciaría aunque haya sido fiel a sus principios y a su misión, porque eso no cuenta ni para propios ni para extraños. No es que se quiera hacer una apología a la inercia, a la dejadez o al conformismo, pero una buena dosis del espíritu franciscano debe ser una de las más grandes necesidades de nuestro tiempo.


CURARSE DE LA FIEBRE DEL ORO


Qué importante es "curarse de la fiebre del oro" y aprender a apreciar lo que no se puede comprar pero que es más valioso que todo lo que hoy se busca. Disfrutar de una casa sencilla, de una buena conversación, de la compañía de nuestros familiares, de la atención a los más necesitados de nuestra comunidad, de una caricia, de una melodía, de bailar, de reírse, de una comida casera, de una taza de café, de un amanecer y de un atardecer, de un encuentro sexual intenso, cariñoso y sin apuros, de una caminata, del campo y la playa, de una charla filosófica sin imposiciones, de jugar con los niños y los ancianos, de pintar, de cantar a viva voz, de preparar un presente, de soñar despiertos con un mundo mejor, de planificar a largo plazo, de un buen libro, y por último, solo de contemplarnos frente a frente... ¿se te ocurren muchas cosas más...? Eso es la vida... No se excluyen los grandes proyectos, pero, si son grandes, su base y su meta no son materiales, son trascendentes aunque requieran de economía. 

Definitivamente, el materialismo tiene gran parte de culpa en el menosprecio de la esposa al esposo, de los hijos a los padres, de la gente de un nivel económico superior a la de un nivel económico inferior, y viceversa, en todos estos casos... Y se pierde el valor de los sentimientos, de las riquezas humanas y espirituales, de los gestos y de las acciones mínimas y máximas que no tienen nada que ver con lo material. Ya no se trata de apreciar un gesto o una actividad, ya no se trata del valor, ahora se trata del precio. Ni siquiera se ve la utilidad, lo importante es la marca... Esas actitudes frutos del materialismo, el cosismo y el consumismo, arruinan todo lo bueno y dulce que puede tener y compartir una persona. Y mucha gente no se da cuenta cómo arruinan sus vidas, sus relaciones, y mil oportunidades de ser feliz y de hacer feliz a otros solo por lo insconscientemente enraizado que está el materialismo en las mentes y corazones de las personas de nuestro tiempo, carcomiéndolo todo, contaminándolo todo, sin que se logre desenmascararlo.


UN CAMBIO DE MIRADA


No debemos centrar todo en las cosas materiales, debemos tener una mirada más integral, holística, y valorar las diferentes facetas de la vida, tanto en lo individual, como en la vida de pareja, familia y comunidad. Lo material no lo es todo, hay que cultivar lo espiritual, emocional, intelectual, sexual, social, etc. según sea el caso. Pero no hay que desanimarse ni bajar la guardia. Hay que sembrar con gestos, hechos y palabras. Hay que aprender a valorar cada cosa buena que nos llega. Dejar de ver el precio y la etiqueta, y comenzar a apreciar el costo para el otro, el valor y el significado. Quizá hay que hacer como Gandhi que abandonó las ropas europeas y comenzó a tejerse su propia ropa. Quizá haya que dejar de preparar regalos sacados de las revistas consumistas y regalar de lo hecho con nuestras propias manos e imaginación.

Sea cual fuere la respuesta al materialismo, debemos volver a valorar lo humano y lo divino, lo natural y lo sobrenatural, y poner en su sitio a lo material y lo artificial.

Dejar de ser embajadores y víctimas del consumo y convertirnos en apreciadores y valoradores de lo realmente bueno y trascendente. Mirar a las personas y a las cosas con una nueva mirada, con un nuevo disfrute, rescatando la esencia de todo lo que es mejor que las marcas y los eslogan de moda.

Quizá parezca una lucha quijotesca, pero quizá con esa lucha rescatemos el corazón, la vida y el espíritu de nuestros hijos y de nuestro lugar.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales